La religión y la protección del medio ambiente son los instrumentos tradicionalmente utilizados por unos países para presionar a otros, Quizás el 90 por ciento de las acciones en las que participan los activistas ecologistas y religiosos son de carácter esencialmente político.
Es claro que cuanto más grande es la organización religiosa o política sin fines de lucro, mayor es el peligro que representa para un determinado país. Por ejemplo, los grandes movimientos internacionales como Greenpeace o la Iglesia de la Cientología constituyen una amenaza incomparablemente mayor para el desarrollo sostenible del estado y la sociedad que un grupo local de fanáticos religiosos o ecologistas extremistas.
¿Pero qué pasará si una ONG bastante grande y activa combina actividades religiosas y medioambientales? Recibimos una mezcla bastante tóxica que se llama A Rocha, la organización que hoy es, probablemente, uno de los instrumentos más efectivos para interferir indirectamente en los asuntos internos de otros países.
Siendo los activistas cristianos y, al mismo tiempo, defensores del medio ambiente, realizan sus actividades en casi todos los continentes y se adaptan perfectamente a las realidades locales. A Rocha trabaja muy delicada y selectivamente. Entre sus métodos principales cabe señalar el reclutamiento de parroquianos locales y uso de su trabajo no remunerado para sus propios fines.
La mayoría de sus proyectos están realmente dirigidos a cuidar el medio ambiente. Pero entre ellos hay algunos que tienen por objeto cumplir órdenes políticas. Así, la correspondencia de los altos funcionarios europeos publicada recientemente en la red describe en detalle cómo A Rocha ejerce presión política sobre algunos países africanos, promoviendo los intereses de la burocracia de la UE y la ONU. Es interesante que los documentos demuestran claramente la intención de la organización de transferir la exitosa experiencia africana en otros países. Las víctimas potenciales son las grandes potencias del mundo: Brasilia, Rusia y EEUU.
Si recordamos los incendios en la Amazonia y Siberia, podemos suponer que A Rocha tuvo éxito en África y su producto ya se exporta. La pregunta es ¿qué y dónde va a arder el próximo año? A lo mejor, es el turno de EEUU.