Los que no madrugan

Que no, que no se trata de mala fe, ni de lucha de clases, ni de falta de empatía. Lo que realmente jode a los españoles es ver lo bien que viven los que no madrugan.

Lo que jode a mis vecinos, a esos vecinos que acabaron por votar a VOX o a Podemos, porque a veces son intercambiables, es ver lo bien que viven los que dicen que no tienen ingresos, trabajan en negro y luego se ponen por delante del resto en las listas de espera de las guarderías. Lo que les jode es ver a los que defraudan diciendo que son pobres y necesitan una subvención. Lo que les revienta es ver cobrar el bono social a los que nunca pagaron el piso y siguen exigiendo una solución habitacional mientras el resto paga su hipoteca.

Por eso digo que los votantes de Podemos y VOX son intercambiables en algunos lugares: lo único que es distinto es dónde ponen su punto de mira: en los jetas patronales o en los jetas proletarios. En todo caso, en los jetas, los free riders que dicen ahora, los especializados en exigir derechos sin contrapartida ni obligación.

Molesta, y mucho, ver al vecino trabajar en negro para, uniendo su salario al desempleo, llevarse a casa más que cualquier currante. Molesta ver los falsos contratos a tiempo parcial para que la parienta pueda cobrar la ayuda por marginación, exclusión social, pobreza energética y desnutrición infantil. Molesta el fontanero que te factura sin IVA el cambio de un grifo, pero menos que el que vino de América alegando un bisabuelo gallego para pedir en tiempo récord una pensión no contributiva.

Y molestan más que las mierdas de los bancos porque todo el mundo sabe que el dinero de los bancos iría a otro sitio, a donde fuese, antes que llegara ellos. Y molesta porque cada cual sabe que participa en el reparto de su pastel, no en el del vecino, ni en el de otro pueblo. No es justo, pero así va. Molesta el vecino con la renta de integración, que vive de tener hijos, de trapichear y de hacerse el mártir, de ir a los comedores sociales y de cualquier cosa que pase por no dar golpe, "porque cuando trabajo me pongo rojo y me sofoco" (sic)

Molestan en suma, más los piojos que las hienas, porque todo el mundo ha tenido piojos alguna vez, o pulgas, pero rara vez ha tenido hienas en casa.

Es injusto, pero así somos. El gañán de barrio no envidia las novias de los futbolistas, sino la del vecino del quinto. Las feministas no señalan el hecho de que jamás se vio a una actriz del brazo de un auxiliar administrativo o un dependiente de carnicería.

Miramos corto y tenemos que terminar de asumirlo. No queda otra.