Hacerse cargo del odio

Dicen algunos enamorados que su amor es más fuerte que ellos, y lo puedo creer, ocurre con otras emociones. Porque con el odio pasa igual, se puede sentir un odio tan profundo y extenso que se teme por la fragilidad del envase contenedor, el yo. Ese odio es tan rotundo y repentino como una inundación, y preferimos desentendernos como podemos.

Aterroriza que ante tal oleada los limites del propio yo no tengan capacidad de almacenaje. Se olvida que el yo es sólo un parte del ser. La respuesta habitual es crear diques de contención internos, tabiques que dirijan el caudal a departamentos que no tengan la obligación de hacerse cargo. parcelas del ser que sepan proyectarlo hacia afuera (es el otro quien odia, no yo) o negarlo, (no es odio, es justicia) o convertirlo en otro sentimiento aparente.

Ppero sólo para tenerse que enfrentarse al odio con otro disfraz, multiple, fragmentado, indestructible. Por eso mejor hacerse cargo de él, sabiendo que tienes derecho a llamarlo con tu nombre. Y mirarlo a la cara.

No te averguences de él.