Cuando las situaciones personales no pasan por su mejor momento, nos volvemos querellantes contra aquello ajeno y quizás superfluo, pues no alcanza a veces, más allá de la paredes de enfrente. Prueba de ello es que cuando recuperamos y salvamos los escollos, somos capaces de profundizar y comprender mejor el panorama actual.
La incapacidad ante los problemas, que tanto el tiempo como la ciencia no resuelve, pone a prueba nuestra capacidad comprensiva para entender a aquellos que no la padecen.
Qué difícil es entonces en las situaciones actuales, el despertar cada día y agarrarnos a la mano tendida que nos ofrece la vida y seguir el único camino del deseo en libertad de que todo a mejor cambie, sin verse afectado por ello los ánimos de unos terceros que soportan los desahogos. Como no sólo de pan vive el hombre, ni de penas ni alegrías en exclusiva tampoco, aunque sí de costumbres; la resignación es como una perenne asignatura de difícil aprobación, pues en el mejor de los casos, debe de batirse entre el espacio y el tiempo aquél para sobrellevar el presente y fortalecer las esperanzas del futuro.
Es cierto -quizás en esto más que en nada- que las palabras pueden ser meras y vanas tapaderas de espacio para rellenar la moral de quienes viven en las adversidades más severas.
Lo global y abstracto que nos invade a diario mediante las televisiones y redes sociales, nos coge sin el embudo mental óptimo para poder digerirlo nuestro intelecto -lo asumimos en un principio como algo dirigido a "otros"- pero al final nos radia en el corazoncito y ya lo conjugamos con la realidad nuestra que nos apremia de lo local y cercano, e igualmente con el nunca ajeno mundo económico y social en el que necesariamente convivimos. Las conclusiones: el bombardeo de noticias y la falta de un sosegado y respetuoso debate de análisis logran por desgracia una pobre y tóxica información. ¿Quizás lo que se persigue?
Las indiferencias o los egos -no se distinguen a veces las fronteras- impiden ver más allá de las paredes de enfrente. Lamentablemente, nos entretenemos con demasiadas trivialidades.
Si nos es posible, acojámonos al filtro de la sensatez para liberarnos de estas tóxicas morrallas informativas. Sin duda lo genuino y auténtico existe. ¡FILTREMOS PUES!...Con esa cualidad preferente, respetemos oyendo y leyendo a los demás e ignoremos las formulas de injerencias de los partidos políticos entre sí: “lo mío es muy bueno y lo del otro es muy malo”, ¿Así quieren transmitir tendencia a la ciudadanía para que sea respetuosa? Por favor, sintonicen la palabra, no elogios, pero sí en su caso, el reconocimiento de lo evidente y positivo que aporten los demás. Sin duda esta cortesía daría esplendor a la retórica de los oradores de esas fuerzas políticas, y por extensión credibilidad a las creencias de sus propios votantes.
En la exquisitez de lo sencillo se fragua la esencia de lo brillante, bandeja donde se sirven igualmente los postres éticos de la formación y los buenos modales. Que nos aproveche o no, será el resultado que etiquete nuestra futura personalidad, la nuestra y la de aquellos que nos representan políticamente. Todo ello en un escenario actual de incertidumbres y representación de una pandemia que lejos de unirnos para combatirla nos condiciona a través del miedo a consentir en un doble sentido de captación de conductas; disentir y obedecer, esto es, discrepar entre nosotros y acatar de arriba las directrices impuestas.
Insistamos en la filtración de las informaciones que nos hacen llegar, arrebato de imágenes en detrimento de la palabra, lo cual y sin pretenderlo nos abriría un debate, aquel que determina que una imagen vale más que mil palabras y, por otro, el que sustenta que la palabra si es limpia y fija da mucho esplendor. Porfía inútil si recurrimos a la ponderación que inclusive la enaltece disponiendo que en la mezcla está la virtud que nos hace crecer.
La calidad y el equilibrio constantemente pilladas en renuncias hacia lo común, solo el paso del tiempo las acoge y las somete, pero esa es otra cuestión. La cuestión recurrente y triste en la que vivimos históricamente, pues cuando se consiguen armonizar ambos términos es porque otros nuevos y volátil nos invaden, así se conforma inexorablemente el espacio y el tiempo, así las genuinas dudas del intelecto sustentan y dan vida al progreso, así en definitiva la ostentan y la sufren, según en que sentido, la propiedad y la necesidad.
Ojalá se pudiese considerar como duda la reflexión que conllevara al ser humano a reconsiderar su codicia y ambición por explotar todo lo natural. El término coloquial de “sostenibilidad" o “desarrollo sostenible" es tan usado políticamente como vaciado de realidades en la práctica. Esa indolencia, de alguna manera nos está empobreciendo y quizás, quien sabe, matando. Las altas tecnologías e implantación -in crescendo- de la robótica en todos los órdenes de nuestras vidas exprimen en demasía los cauces y recursos del globo terráqueo, éste parece que ya se queja y se niega a darnos la protección y cobertura mínima que siempre ha proporcionado a través de sus caudales naturales –gratuitos y libres de todo impuesto- a todos los seres vivos. Bien se podría concluir afirmando que la avaricia ha cegado al ser humano, ha roto el saco de lo concebible. Busca en las ciencias aplicadas de los laboratorios lo inverosímil y, sin embargo, desprecia lo fácil y filantrópico que le ofrece la madre naturaleza, intoxicando sus dos pilares básicos, sin los cuales no es posible la vida; el aire y el agua.
Quizás nada tan ejemplarizante como lo anterior para dar valor al dicho popular que nos dice: que no sabemos apreciar lo que tenemos al lado hasta que nos falta. Aire viciado y agua corrompida son los “hijos" que pare el virus que nos atosiga y contagia, ¡qué remedio ya hasta se nos hace mayor cumpliendo meses! Ojalá una vez controlado no le dé a la madre, sabia y maltratada naturaleza por traerle algún hermano.