Si los dos intentos de asesinato del presidente Donald Trump el año pasado no han impedido que sus oponentes de la izquierda sigan difamándolo como si fuera otro Hitler -y, por lo tanto, lógicamente, presa fácil de la violencia-, ¿qué hace pensar que el asesinato a tiros de un joven que deja una esposa y dos hijos pequeños hará que alguien se despierte? Dejemos a un lado la cuestión de qué lado de la división política es más responsable de la situación. Es evidente que ambos extremos son capaces de perturbar la paz.
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