Si no descuidas tu aspecto, si te tiñes el pelo o si tus hijos pequeños van aseados, no eres pobre, porque el 'Auténtico Pobre' ni puede ni debe parecerse a nosotros: debe quedar relegado a lo humillante, a lo indigno, a la vergüenza. Porque al pobre no se le concede el beneplácito de la dignidad y el disfrute, solo el de la supervivencia, para, asi, dibujar una linea clara y explicita entre Él-pobre y Yo-digno y reclamar una exclusividad de consumo.