La hipótesis de la que partían no era bien acogida por otros colegas ya que las aves que apuntaban que podían cazar los murciélagos podían llegar hasta un 50% del peso del nóctulo lo que combinado con su velocidad de vuelo parecía imposible. El reto era demostrarlo. Para lograrlo, recurrieron a varios métodos: cámaras enfocando a los refugios de los nóctulos, radares del ejército, grabadoras de ultrasonido sobre globos aerostáticos, GPS, etc. Pero la imposibilidad de marcar a los murciélagos con dispositivos para poder registrar sus movimientos