Que el sector eléctrico español es un cúmulo de despropósitos no lo niega nadie. Que la solución es difícil de alcanzar mientras se siga estando en manos de un oligopolio que con una mano pide comprensión y hasta ayuda para poder ofrecer sus mejores servicios, mientras que con la otra entorpece toda posible reforma que le haga perder sus jugosos dividendos es una sospecha cada vez más evidente.
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