El caso de las tarjetas negras de Caja Madrid donde ejecutivos y consejeros se fundieron 15,5 millones de euros en unos años es uno de los más vergonzosos de nuestra nutrida y variada corrupción. La repugnancia que provoca se acrecienta en los numerosos caminos que superan la ambición desmesurada y se asientan en otras categorías más morales como la hipocresía o la maldad sin más.
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