A través del análisis detallado de las muestras de ADN de las regiones vascas francesas y españolas, el equipo del Proyecto Genográfico encontró que los vascos comparten patrones genéticos únicos que los distinguen de las poblaciones no vascas de los alrededores.
¿No seria mas fácil decir Euskal Herria?
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Sin lugar a dudas, la concatenación de avances científicos probablemente conseguirá que alcancemos la inmortalidad en unos 50 años, tal y como predicen expertos como Raymond Kurzweil o Aubrey de Grey.A veces se cae en el error de considerar, al reflexionar sobre un avance concreto, que el mismo será implementado en relación a los parámetros actuales, y por eso nos parece de imposible cumplimiento, pero hay que tener en cuenta que los seres humanos tendemos a sobreestimar los avances a corto plazo, y a subestimarlos a largo plazo. Ya se están produciendo avances al respecto día sí día también, y los mismos se irán produciendo de forma exponencial y acumulativa en los próximos años en distintas materias que pueden llegar a aportar soluciones al envejecimiento de forma independiente: nanotecnología, manipulación genética y celular, creación de órganos artificiales, robótica, células madre, inteligencia artificial, ingenieria inversa del cerebro e incluso la criónica... La cantidad de progresos que se producirán en estos campos, interaccionando y potenciándose entre ellos, va a ser impresionante.
En cuanto a los típicos argumentos de aquellos que se oponen a estos avances, cabe destacar que la causa biológica inicial de la muerte es favorecer la evolución de la especie a través de las nuevas generaciones. No obstante, no hay nada intrínsecamente bueno o positivo en eso.La naturaleza y la evolución no son algo inteligente y teleológico, sino procesos aleatorios que no esconden ningún bien objetivo. Es más, sería perfectamente "natural", pues así está en nuestras capacidades "naturales", que el ser humano tuviese el control sobre su propia evolución y no se limitase a seguir a ciegas lentas cadenas evolutivas, mejorando de forma racional sus aptitudes físicas y mentales y alargando conscientemente su vida. El ser humano es libre de continuar su evolución biológica de forma tecnológica, y de querer preservar su consciencia evitando que la misma se pierda en las brumas del tiempo.
En relación al habitual argumento de la superpoblación, debe destacarse que recientes estudios demográficos han demostrado que la implantación de un escenario de radical extensión de la esperanza de vida en los países desarrollados, en contra de lo que puede parecer, no supone un radical aumento de la población. Por otra parte, las tendencias que hablan de una creciente superpoblación tienden a ser matizadas: en modo alguno se están cumpliendo las catastrofistas previsiones de los años 70, y de hecho los países que alcanzan un desarrollo económico alto tienden a aproximar su crecimiento a 0. En el momento en que los países pobres se desarrollasen y pudiesen acceder a tecnologías de extensión de la vida, la ralentización del crecimiento de la población haría que la superpoblación no supusiese ningún problema a medio plazo. Y todo ello por no hablar de que a largo plazo el alcanzar la inmortalidad favorecerá la extensión del ser humano por el universo: en primer lugar, colonizando los planetas más cercanos, y a continuación, expandiéndose por el resto del espacio.En todo caso, a medida que los países subdesarrollados vayan accediendo al disfrute de las tecnologías de la inmortalidad, creo sin duda que la ciencia y la tecnología ayudarán a solventar muchos de los problemas que nos acucian. El creciente conocimiento que se está obteniendo sobre la nanotecnología, nos llevará al total control de la materia, lo que supondrá que en unas cuantas decenas de años podamos por ejemplo sintetizar nutrientes de forma masiva y barata o descontaminar sin ningún problema cualquier vertido o accidente nuclear.
Por último, y en cuanto a la posibilidad de que sólo accedan a estas mejoras los poderosos, es bien sabido que todos los avances médicos y tecnológicos pasan por estar primero al alcance de unos pocos para en pocos años estar disponibles con respecto al grueso de la población. Un teléfono móvil de un ciudadano del 3er mundo tiene hoy en día mayor capacidad de computación que los ordenadores gubernamentales más potentes de los años 70, y cualquier ciudadano de clase media de un país desarrollado recibe hoy mejor atención médica que la persona más rica de Inglaterra en el siglo XIX.