Pues ahora os voy a contar lo que me pasó. Teníamos una perrita adoptada, Pepa, era una perra callejera que después de varias semanas llevándole comida, al fin se dejó acariciar. Esta perra ha sido una más de la familia hasta que falleció por una enfermedad provocada por una bacteria que le fastidió los riñones. Ha estado con nosotros unos 7 años y he tenido mascotas antes y después de Pepa, pero ninguno de los perros que hemos tenido han sido tan especiales como Pepa. El caso es que Pepa era muy independiente, siempre quiso estar con nosotros, pero sin correa. En uno de los muchos paseos que dábamos por el campo con ella, estábamos en un pueblo abandonado, El Marchalico VIñicas en Almería. Cuando volvimos al coche, la perra no quería subirse al coche. Total, que había como 1 km de camino hasta llegar a la carretera, y decidimos dejarle que nos siguiera y luego ya subirla en el coche. Cuál fue la sorpresa que en ese camino que nunca transita nadie apareció otro coche detrás nuestra y claro, a ojos de ese coche, todo pintaba a que la estábamos abandonando. Por suerte, no lo grabaron ni lo difundieron, pero seguro que se cagaron en nuestros muertos. Mi mujer y yo aún alguna vez nos acordamos de esa anécdota.