Si alguien quiere leerla, la novela gráfica Hierba, de una autora coreana, habla de esto precisamente. La mujer a la que la autora entrevista nació en una familia pobre, fue vendida por sus padres supuestamente a los dueños de un restaurante como hija adoptiva (ella misma dice "no quiero pensar que mis padres supieran lo que iba a pasar conmigo. Por otra parte, no se me ocurre cómo no lo iban a saber"), y podría estudiar a cambio de trabajar en el restaurante. La esclavizaron y durante el día tenía que trabajar sin sueldo, y durante la noche, dejarse violar por los soldados.
Cuando termina la guerra contra Japón, se ve sometida a la doble humillación de haber sido sistemáticamente violada por los invasores y de que sus propios compatriotas piensen de ella que es una colaboracionista y una puta. Sus hermanos no quieren saber de ella. Cuando se casa, sus suegros la odian e intentan que su marido la deje. Sus hijos, cuando crecen y se enteran de a qué vejaciones fue sometida su madre, prefieren que no venga a verlos, que no tenga mucho trato con el otro lado familiar, con los niños... Los hombres que las violaron, maltrataron y mataron pudieron volver a sus casas tranquilamente, reabrir sus negocios u ocupar trabajos y nadie les dijo nunca nada, nadie les hizo el menor reproche porque, oye, estaban en guerra y en guerra suceden cosas horribles. A ellas nunca les dejó nadie olvidarlo. El enemigo las violó y sus compatriotas las pusieron en la picota.
Cuando termina la guerra contra Japón, se ve sometida a la doble humillación de haber sido sistemáticamente violada por los invasores y de que sus propios compatriotas piensen de ella que es una colaboracionista y una puta. Sus hermanos no quieren saber de ella. Cuando se casa, sus suegros la odian e intentan que su marido la deje. Sus hijos, cuando crecen y se enteran de a qué vejaciones fue sometida su madre, prefieren que no venga a verlos, que no tenga mucho trato con el otro lado familiar, con los niños... Los hombres que las violaron, maltrataron y mataron pudieron volver a sus casas tranquilamente, reabrir sus negocios u ocupar trabajos y nadie les dijo nunca nada, nadie les hizo el menor reproche porque, oye, estaban en guerra y en guerra suceden cosas horribles. A ellas nunca les dejó nadie olvidarlo. El enemigo las violó y sus compatriotas las pusieron en la picota.