Sobre tierras

 Algunas son raras.

Exóticas, cargadas de microbiota, perfectas para alimentar orquídeas y hongos azules. O antiguas y herméticas como un sepulcro. Muertas por la sal, yermas para la vida y fructíferas para la belleza y la contemplación. También hay tierras que se alargan; pasas sobre ellas y te ven pasar, sembradas de álamos y lavanda.

Algunas son extrañas, irradiadas. La tierra que mató al granjero de Hirosima luego lo envolvió en su lecho. Y, con el tiempo, hubo un perdón, y de aquel abrazo atómico brotaron otras plantas, y nacieron otros granjeros.

Y a todas puedes amarlas.

Pero hoy han venido a decirme que la tierra que se escurre entre mis dedos no es mía. ¿Te imaginas, después de tantas generaciones? Replico, pero nadie escucha. Luego, sin más explicación, hay una descarga, y entre mis dedos la tierra se ha licuado y ahora es roja. Y luego nada.