Todo cuanto le rodeaba parecía estar en llamas. Todo lo que tocaba, le quemaba.
Manuel fue consciente de que no podría apagar el fuego que estaba a punto de consumirle en aquel momento y cedió a su destino.
Se dejó consumir sin oponer resistencia y vio cómo el resto se salvaba de aquellas llamas. Comprobó cómo su carne se destruía sin que nadie pusiera remedio y contempló las miradas de indiferencia a su propia existencia antes de desaparecer.