El feminismo no es necesario

Tarde casualdera, scroll sin expectativas. Entro a X (o RX, o como se llame ahora que fue comprada por el niño rico de las minas de esmeraldas). Y me topo con esta ranciedad que casi salta de la pantalla a pegarme un lametón de testosterona revenida:

Y aún habrá quien diga que el feminismo ya no hace falta. Que la cosificación de la mujer es cosa de “wokes” y “feminazis amargadas”. Que ahora las charos lo tienen todo ganado y lo único que buscan son paguitas y cuota.

Pero, si se rasca un poco, lo que aparece debajo de estos tuits no es solo misoginia. Es una estructura del deseo profundamente jerárquica y delirante, donde las mujeres no existen como personas, sino como categorías a dominar. El patrón es siempre el mismo: cuanto más ideológicamente autónoma es una mujer, más excitante resulta fantasear con someterla. "Las rojas me la ponen más" no es una frase inocente: es el eco de esa fantasía de humillación sexual como castigo por pensar diferente. Ecos de un pasado grecorromano en el que funcionaba exactamente así, tal cual.

Lo que les pone no es la mujer. Lo que les pone es la idea de doblegarla. Les erotiza el conflicto solo si pueden ganarlo. Quieren hacerles aceptar sus discursos, sus ideas, y si no pueden, al menos sus genitales, a ver si con esa "doma" se les mete algo de “sentido común” a ellas.

Este tipo de hilos no solo huelen a cerrado. Huelen a miedo. A masculinidad caída, y literalmente — escúchese aquí la flautilla bajando a graves — Que solo se sienten bien fantaseando y brabuconeando con otros hombres que piensan similar. A hombres que no entienden cómo ser deseables sin subordinar a la otra persona. Que siguen creyendo que el sexo es una batalla donde si no dominas, pierdes. Hombres cuya polla hace tiempo que dejó de ser un órgano de placer o de encuentro, y pasó a ser un arma ideológica. 

Lo más triste es cuando muchas de estas masculinidades ni siquiera han vivido más allá del del sexo con su propia mano, y ya están coaccionadas por redes sociales y un contenido hipersexualizado al que acceden mucho antes de alcanzar la madurez..

Y uno se pregunta —como hombre cis hetero, de hecho me lo pregunto muy fuerte—:

 ¿Cómo no se han puto vuelto ya todas lesbianas?

Y antes de que os lancéis con el #NotAllMen, que quede claro —aunque estaría muy claro si realmente se hubiera leído algo de feminismo alguna vez—: el “no todos los hombres” no es una excusa.

 Se siguen sosteniendo las microestructuras de poder cuando se mira hacia otro lado ante este tipo de desmanes. El pacto patriarcal también es eso: el silencio cómplice, la risa forzada, el "mejor no me meto".

Hoy, sinceramente, solo quiero vomitar con lo que he leído.

Y espero no tener que soportar el clásico “yo tengo madre, hermana, prima o sobrina” para justificar esta basura, porque todos las tenemos. Y aun así, eso difícilmente nos ha impedido reproducir esta violencia simbólica en las redes sociales, ni nos ha dado por pensar que quizás, solo quizás, la soledad no afecta solo a los hombres, o las mujeres.

Está afectando a toda la gente sin empatía.