El dispositivo

Una sensación de intranquilidad me acechó el cuerpo, y en unos instantes me sentí observado por todos los presentes de la sala donde me encontraba. Ya nadie mantenía una conversación ni daba sorbos sobre aquellos vasos de cristal de Bohemia. Era el puto centro de atención.

Nadie se atrevía a acercarse a aquel complejo dispositivo donde me encontraba, ese aparejo que tan bien representaba la estructura jerárquica de nuestra civilización, la más cruda realidad humana. Una especie de esclavitud necesaria de nuestros días que determinaba la estructura social a la que pertenecía. Sus miradas indicaban incertidumbre y miedo. En algunos se intuía sorpresa, aunque mostraban una elevada precaución. Todos mantenían la respiración, ni que decir la distancia. No se atrevían a dar un paso y acercarse a aquel objeto tan abrumador en cuya pestilencia latía la prueba de que estamos vivos, y cuyo peso representaba a la perfección la sensación de deshonra en la que me encontraba.

Oí unos pasos. Alguien corría y se acercaba, separando bultos con las manos. Y entonces vi mi salvación, extendiendo sus brazos hacía mí, y exclamando a los cuatro vientos ¨Hijo mío, ¿pero qué has hecho? Ven aquí que te cambio el pañal, corazón…”.