Chris Sawyer programó Rollercoaster Tycoon desde su casa durante dos años, trabajando dieciséis horas al día. Era el último de su especie: el último de los programadores de lenguaje ensamblador bare-metal y el último superviviente de la generación de programadores aficionados que en su día habían podido hacerse ricos —o al menos enriquecerse— creando videojuegos comerciales prácticamente por su cuenta y según sus propios términos. Cuando el juego estaba casi terminado, se lo entregó a su agente Jacqui Lyons (...)
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