A finales de 2015, el GCHQ se enteró por primera vez de “interacciones” sospechosas entre figuras relacionadas con Trump y agentes rusos, según una fuente cercana a la inteligencia británica. El FBI y la CIA tardaron en apreciar los extensos contactos entre el equipo de Trump y Moscú antes de las elecciones. Esto se debió en parte a la ley estadounidense que prohíbe a las agencias estadounidenses examinar las comunicaciones privadas de los ciudadanos estadounidenses sin orden judicial. (Noticia de 2017)  
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