Hay que tener en cuenta que el pinganillo, en en el caso de Ayuso, es un problema bien gordo, porque ya lleva uno incorporado de fábrica, en línea directa con Miguel Ángel Rodríguez (quien a su vez está conectado a un porrón). Traducir del catalán, el euskera o el gallego al castellano ya es un engorro, pero es que encima hay que traducirlo todo de nuevo al ayusés. Normal que la presidenta se cabree con estas traslaciones innecesarias.