En la inevitable marea de los reconocimientos de tantas mujeres artistas del pasado siglo XX que pasaron simplemente por musas, amantes, esposas o acompañantes, cuando su obra era realmente tan fuerte, bella y original como la de su pareja, Dora Maar, por muchas razones, ocupa un lugar peculiar. Picasso no es Dios, pero su sombra es muy alargada.