
Creo que es necesario llegar más allá de lo que dijo Wilbur Scott en sus principios de crítica literaria. Creo, por ejemplo, que 1984 es un libro de ficción, pero contiene más verdad que muchas enciclopedias. Del mismo modo, los Protocolos de los Sabios de Sión son una falsificación burda y miserable, ficción de mala calidad, pero visto lo visto en los últimos tiempos, parece que al mismo tiempo es totalmente verdadera.
La ficción puede ser un modo de contar la verdad. El más potente, quizás.
Alfred Toohey.
[...] Esta pequeña gentileza, junto a la soledad de mi caminata, me llevó a un tren de reflexiones sobre la desigual división de la propiedad que ocasiona los innumerables casos de vileza que había observado en este país y que se observa por toda Europa. La propiedad de este país está concentrada absolutamente en muy pocas manos, con rentas de hasta medio millón de guineas al año. Ésas emplean a la flor del país como sirvientes, algunos de ellos teniendo hasta 200 domésticos, no en el laboreo. [...]
Soy consciente de que una división igual de la propiedad es impracticable. Pero las consecuencias de esta enorme desigualdad causando tanta miseria al grueso de la humanidad, los legisladores no son capaces de inventar suficientes mecanismos para subdividir la propiedad, sólo encargándose de permitir que las subdivisiones vayan de la mano con los naturales afectos de la mente humana. El descenso de propiedades de todo tipo, pues, a todos los hijos, o a todos los hermanos y hermanas, u otras relaciones de igual grado, es una medida política, y una practicable. Otra forma de aminorar la desigualdad de la propiedad es eximir de impuestos a todos por debajo de cierto punto, y gravar las porciones mayores de propiedad en progresión geométrica conforme éstas aumentan. Cuandoquier que en cualquier país haya tierras sin labrar y pobres desempleados, está claro que las leyes de la propiedad han sido tan estiradas como para violar el derecho natural. [...]
A lo largo de la historia, muchas personas inteligentes han reclamado el establecimiento de normas precisas para reconocer puntualmente a un artista.
Ocurre que mientras resulta relativamente fácil distinguir a un plomero de un impostor, la condición artística puede fingirse durante largos períodos sin que nadie sospeche el engaño.
El arte es un sutil asunto y las chambonadas no se hacen tan patentes como en la plomería: cuando una canilla gotea, uno ve el agua y se moja con ella; cuando un poema está mal escrito no hay cataclismos exteriores que lo denuncien
Hay algo más: en la civilización moderna los artistas suelen alcanzar renombre y riqueza. Y ante estas recompensas, nada cuesta calcular que los postulantes a artistas deben ser muy numerosos.
A decir verdad, casi todas-las personas de¡ mundo sienten alguna vez en su vida la tentación de emprender tareas artísticas. Y muchos creen hacerlo sin haberse asomado siquiera al más pequeño de los misterios.
El estudiante que dibuja la cara de su novia, el comerciante que se compró un órgano eléctrico, la secretaria que busca palabras que rimen con Remigio, el publicitario que diseña anuncios para vender zoquetes, el periodista que explica el funcionamiento de la defensa de San Lorenzo ... Todos ellos habrán-examinado sus módicas obras con un secreto orgullo de artistas. Sin embargo, los hombres de corazón saben bien que el arte es otra cosa, más cercana al llanto y a la fatalidad que al pasatiempo y al ingenio de los bachilleres.
Uno de los intentos más serios que se hicieron para terminar con la proliferación de falsos artistas, fue la creación de la escuela integral "El Arte Sano".
Esta institución del barrio de Flores se proponía enseñar lo poco que puede enseñarse en estos asuntos y ~fundamentalmente~ someter a sus alumnos a pruebas durísimas cuyo improbable cumplimiento permitía obtener la ya legendaria tarjeta azul del artista sin cuento. Esta distinción -que nadie alcanzó jamás acreditaba al poseedor como hombre de verdadero espíritu artístico y, según dicen, permitía obtener descuentos en algunas farmacias.
Vale la pena examinar ciertos aspectos del funcionamiento de esta escuela. la primera materia que se cursaba era Incomprensión del Artista. Durante el curso los postulantes recitaban sus poemas, exhibían sus cuadros o cantaban sus canciones ante una mesa examinadora integrada por karatekas, médicos cirujanos, vigilantes de la 43° y patoteros profesionales. Estas personas se burlaban de los alumnos, los insultaban y llegado el caso los echaban a patadas. Es decir, seguían el criterio de Van Wyck Bruks quien -citado por Sábato- afirma que el artista necesita de cierta aspereza en el ambiente para revelarse o quizá para rebelarse. Los halagos y el aliento de los amigos y favorecedores generan una atmósfera complaciente, Y ya se sabe que no hay peor cosa que un artista satisfecho de sí mismo.
El segundo curso consistía en realidad en una continuación de¡ primero. La asignatura se designaba con el nombre de Sufrimiento. Durante largos años, un grupo de educadores y personal contratado se encargaban de promover la desdicha del discípulo. Cada uno de los inscriptos era engañado por mujeres, atropellado por camiones y sometido a toda clase de vejámenes, no sólo durante las clases, sino también en su vida particular.
Como se ve, los directores de la academia pensaban que el dolor y el arte son inseparables. Se trata de un concepto interesante, pero hay que aclarar que no todo dolor produce arte. Todos sabemos que Benjamín Franklin, cuando niño, estudiaba de noche a la luz de una vela. Lo que no significa que cualquier pibe que repita esta operación vaya a inventar el pararrayos. Sin embargo la escuela integral recomendaba la imitación de los genios. Y así muchos alumnos repetían las pequeñas manías de los grandes creadores, creyendo que con eso bastaba. Todavía hoy puede observarse que cualquier sordo se cree Beethoven y que los mansfloras sienten que han escrito "El Retrato de Dorian Gray".
La disciplina de "Arte Sano" era sumamente severa, Se obligaba a todos los aspirantes a conducirse como artistas en todas las horas de sus vidas. Esta medida se inspiraba en un pensamiento acertado: no se puede ser artista en los ratos libres. Hay que serio siempre, Sin embargo, debemos confesar que el precepto se observaba con demasiado rigor. los inspectores recorrían la barriada y si sorprendían a algún alumno destapando una canaleta, le gritaban:
-¿Qué clase de poeta es usted, que pierde tiempo en tonterías?... ¿Por qué no reflexiona acerca de la soledad y la muerte, caramba?
Y ahí nomás lo expulsaban.
No vaya a creerse que tanta insistencia en los asuntos éticos implicaba un desdén por la técnica,
Al contrario, los programas educativos contemplaban la realización de complicadísimos ejercicios de destreza: esculpir hormigas en mármol, escribir novelas prescindiendo de la letra "E", tocar la trompeta con un gajo de. limón en la boca, hacer zapateo americano en la arena y extraer en forma de soneto la raíz cuadrada de 564.
Sin duda, la historia del arte es también -como decía Arnold Hauser- la historia de los esfuerzos del artista por vencer las dificultades que se le oponen.
Pero esta loca gente de Flores razonó que cuanto mayor fuera la cantidad de dificultades, más grande sería la obra obtenida. Por esa causa se enseñaba siempre a elegir el camino más difícil. Lo que no está tan mal, después de todo. ,
Los jerarcas de la escuela integral firmaron numerosas solicitadas abogando por la implantación de la censura, entendiéndola precisamente como escollo destinado a fomentar la imaginación y templar el espíritu. Cada vez que alguna de sus publicaciones circulaba libremente, "Arte Sano" ponía el grito en el cielo denunciando el infame atropello de las autoridades al no hostigar debidamente a los escritores.
En sus épocas de mayor esplendor, la institución de Flores cobijó diferentes corrientes de pensamiento. Como siempre ocurre en el barrio del Angel Gris, cada cuestión despertaba polémicas interminables y a cada momento surgían grupos de signo opuesto.
Por ejemplo, un sector docente sostenía que la misión del arte es la obtención de la verdad. Suena bastante bien. Pero hubo desaforados que pretendieron que todo lo verdadero es artístico.
Los más lúcidos hicieron la siguiente objeción: la lista de precios del restaurante La Aurora es ciertamente una colección de verdades irrefutables. sin que se advierta en ella el menor atisbo de arte. Más justo sería decir que todo lo artístico es verdadero.
Un movimiento interesante fue el de los Vindicadores de la Torre de Marfil. Afirmaban que los artistas con inquietud social estaban encerrados en otra torre, tal vez de cemento, en la que sólo se podían ver las injusticias y el sufrimiento, sin vislumbrar siquiera el amable mundo de las formas puras, Finalmente, en un gesto grandioso, la dirección decidió demoler ambas torres.
En épocas más recientes un grupo de profesores jóvenes insistió en la conveniencia de desmitificar el arte. Liberarlo de sus elementos mágicos y académicos y bajarlo de su pedestal.
Los resultados fueron más bien lamentables. No resulta muy divertido que un mago explique sus trucos en el escenario, ni que los adores representen sus papeles sentados en la platea. Sin artificio no hay arte, Y todos sabernos que en artísticas cuestiones, muchas veces las cosas deben ser falsas para parecer verdaderas. También se supo que estos profesores heréticos afirmaban que un artista es un hombre como cualquier otro, blasfemia que les ocasionó el despido. .
Tampoco tuvo mucho éxito la corriente que reclamaba la activa participación del público en las obras artísticas.
Se intentaron exposiciones en las que los cuadros eran terminados por los asi5tentes a la muestra. Después, durante la representación de la ópera "Falstal:, el directorde la orquesta le gritó al público:
-¡A ver esas palmas!...
Más tarde los poetas publicaron poesías a las que les faltaba el último verso, para que el lector las completara, Por lo general lo hacían con rimas chuscas y z-a-fadas. Finalmente se realizó una experiencia teatral insólita: el escenario había sido reemplazado por otra platea y otro gallinero, con gente, acomodadores y carameleros. En un momento dado ya no se sabía quiénes eran los adores y quién era el público, lo que daba lugar a toda clase de confusiones.
Tantas bagatelas despertaron la reacción del cuerpo directivo. En sus últimos años la escuela integral fue más dura que nunca. Un maestro de piano llegó a imponer a sus alumnos la tuberculosis obligatoria.
Si bien es cierto que "Arte Sano" no nos dejó ningún artista, es necesario admitir que por lo menos desenmascaró a más de un farsante,
No es verdad que las calamidades conduzcan el arte .Pero es indispensable hacer saber a todo el mundo que para ser artista hay que pagar un alto precio. Debe uno resignarse a estudiar las arduas cuestiones técnicas. Debe uno sufrir y hacerse mala sangre allí donde otros pasan de largo. Debe uno aprender a ver secretas señales donde nadie ha visto nada. Debe uno atormentarse cuando siente que hay un verso que no será 'capaz de escribir nunca. Debe uno seguir ciegamente misteriosos llamados que conducen casi siempre a la desdicha. Debe uno pelear contra el destino, aún sabiendo que será derrotado.
Después -si tiene suerte- es probable que obtenga fama y dinero. Pero ya no le importará demasiado.
La escuela demencial de Flores se ha disuelto para siempre.
Pero no es inoportuno recordar algunos de sus postulados justamente ahora, cuando los fotógrafos y los locutores inscriben sus nombres en la historia de la creación artística.
Yo no sé, desde luego, qué cosa es el arte. Sospecho, sí, que debe ser algo fatal,
Y como ya les dije alguna vez, me parece que algo tiene que ver con el llanto.
Buenas tardes.
Alejandro Dolina
“No sólo las élites no comparten las mismas experiencias que las categorías populares, sino que contemplan con desprecio sus reivindicaciones, las juzgan ilegítimas y… en definitiva, tienen el estado de espíritu de que… el pueblo nos jode . Cuesta caro, nos hace ralentizar, nos fastidia nuestros placeres...La revuelta de las élites es una forma de secesión. El pueblo debe estar al servicio de las élites; pero como protesta (las élites) se buscan un pueblo sustituto, más dócil, por el lado de los inmigrantes”
Laurent Bouvet
“La lucha de clases es un mito del pasado”, eso es lo que afirman las narrativas oficiales. “Lo que toca hoy es hablar de las luchas feministas, poscoloniales, ecologistas, LGTBIQ”, eso es lo que afirma la izquierda posmoderna. Hablemos de la “sociedad civil”, hablemos de los “ciudadanos”, hablemos de la “gente”. No hablemos de “los trabajadores”, no hablemos del “pueblo” (hablar del pueblo es populista, fascista…).
Pero la lucha de clases existe y en eso Marx tenía razón. Son los dominadores los que la están ganando mientras los dominados pierden el tiempo en contradicciones artificiales u obsoletas. La lucha de clases existe y no hay más que seguir sus metamorfosis. ¿Dónde podemos encontrarla?
La lucha de clases se encuentra en las mil y una prerrogativas que los de arriba organizan en perjuicio de los de abajo. Hay lucha de clases en la precarización del trabajo, en las burbujas especulativas, en las deslocalizaciones, en las fortunas que crecen más rápido que la economía general, en la evasión de impuestos, en las desigualdades que no permean en el bienestar general, en la secesión de los ricos respecto a sus países de procedencia. Hay lucha de clases en los desahucios por los fondos buitre, en la privatización de beneficios y en la socialización de pérdidas, en la gentrificación de las ciudades, en la flexiseguridad y en las “reformas”. Pero no sólo ahí se encuentra la lucha de clases. También se encuentra en otros aspectos.
Cuando las patronales importan mano de obra barata de otros países, ahí hay lucha de clases .
Cuando se impone el multiculturalismo a las clases populares autóctonas, ahí hay lucha de clases.
Cuando las ayudas a los foráneos se hacen en detrimento de los autóctonos (que son siempre los más humildes), ahí hay lucha de clases.
Cuando los financieros internacionales apoyan a la migración ilegal (y las ONGs hacen un negocio de ello), ahí hay lucha de clases.
Cuando una casta burocrática impone un Pacto Global de Migraciones sin consultar ni a los parlamentos ni a los pueblos, ahí hay lucha de clases.
Cuando las élites que predican la “diversidad” viven en barrios segregados y con seguridad privada, ahí hay lucha de clases.
Cuando se permite la proliferación del lumpen, la delincuencia y las okupaciones en los barrios populares, ahí hay lucha de clases.
Cuando se solicita la abolición de las fronteras y se atenta contra la cohesión social, ahí hay lucha de clases.
Cuando se rechaza en referéndum la adopción de un Tratado europeo (Tratado de la Constitución europea) y las élites lo reintroducen por la puerta de atrás (Tratado de Lisboa), ahí hay lucha de clases.
Cuando un pueblo vota su salida de la Unión Europea y una élite política, económica y mediática boicotea el resultado, ahí hay lucha de clases.
Cuando la élite hace votar a un pueblo dos veces sobre el mismo tema para que “corrija” su voto, ahí hay lucha de clases.
Cuando la élite se niega a hacer referéndums sobre las cuestiones más esenciales, ahí hay lucha de clases .
Cuando las burguesías locales fomentan secesionismos para eximirse de la solidaridad con las regiones más débiles –como está sucediendo en una de las más viejas naciones de Europa–, ahí hay lucha de clases.
Cuando se crean impuestos para las clases medias y trabajadoras que serán inocuos para las multinacionales y las grandes fortunas, ahí hay lucha de clases.
Cuando se practica la denigración cultural de franjas enteras de la población (medios rurales, poblaciones autóctonas, votantes “populistas”), ahí hay lucha de clases.
Cuando se presentan propuestas para limitar la democracia porque “los problemas son demasiado complejos y la gente demasiado ignorante”, ahí hay lucha de clases.
Cuando los medios de comunicación ocultan los problemas, tergiversan y mienten para “no alimentar el populismo”, ahí hay lucha de clases.
Cuando se destruye a la familia y se ataca la cohesión entre las clases trabajadoras, ahí hay lucha de clases.
Cuando se destruye la autoridad de los profesores y se arruina la educación de los alumnos, ahí hay lucha de clases.
Cuando se imponen ingenierías sociales alumbradas en universidades elitistas norteamericanas, ahí hay lucha de clases.
Cuando las universidades masificadas se convierten en fábricas de precariado, ahí hay lucha de clases.
Cuando la lucha contra el cambio climático recae sobre los más pobres (impuestos al diésel, a las autovías, al consumo de carne), ahí hay lucha de clases.
Cuando el suicidio es la segunda causa de muerte entre los agricultores detrás del cáncer (datos de la Mutualidad Social Agrícola en Francia), ahí hay lucha de clases.
Cuando desde el poder mediático se impone la corrección política y se aliena el lenguaje de la gente corriente, ahí hay lucha de clases.
Cuando se deconstruye un país y se aliena la identidad de sus habitantes, ahí hay lucha de clases.
Cuando se denigra a una civilización y se aliena la identidad de sus pueblos, ahí hay lucha de clases.
Cuando una oligarquía transnacional globalizada se impone sobre las naciones y los pueblos, ahí hay lucha de clases.
Adriano Erriguel.
No sólo era idiota: generaba un campo mental a su alrededor que volvía idiotas a todos los que lo rodeaban a determinada distancia.
El aprendiz de guerrero. Lois McMaster Bujold.
Tengo una idea muy precisa de a quién se lo dedicaría, pero nunca me han metido un strike por insultos directos y no va a ser ahora la primera vez.
Por eso Matrix y sus secuelas nos ofrecen un paisaje metafórico tan útil para entender la era digital, y es que no se trata solo de la pastilla roja y de la pastilla azul.
En Matrix, los humanos, quienes viven su vida en unos receptáculos sintéticos, no son más que alimento para las máquinas.
Muchos sospechamos que nosotros también nos hemos convertido en alimento para máquinas, y, en cierto modo, así es.
Dopplegänger. Naomi Klein
Si la derecha ha renunciado a la nación, y la izquierda ha renunciado al pueblo, sólo quedan las minorías identitarias, atomizadas, cada cual con la bandera de su propia tontería, justo antes de que la conviertan en pin, en taza o en gorra, a mayor gloria de los neoliberales y su mercado omnipresente.
Daria Izdraila
“Ahí fuera a la derecha —en algún lugar— hay una isla grande” dijo Whitney. “Se trata más bien de un misterio”.
“¿Qué isla es?” Preguntó Rainsford.
“Las antiguas cartas de navegación la llaman isla atrapa-barcos”, respondió Whitney. “Un nombre sugerente ¿verdad? Los marineros tienen un temor curioso hacia el lugar. No sé el porqué. Alguna superstición”.
“No puedo verla”, señaló Rainsford, intentando escrutar a través de la ardiente noche tropical, la cual era palpable en tanto empujaba su densa negrura sobre el navío.
“Tienes buenos ojos”, dijo Whitney con una risa, “y te he visto derribar un alce que se movía en el bosque de otoño a cuatrocientas yardas, pero ni siquiera tú puedes ver a más o menos cuatro millas a través de una noche caribeña sin luna.
“Ni cuatro yardas”, admitió Rainsford. “¡Ugh! Es como terciopelo negro húmedo”.
“Habrá luz suficiente en Río”, prometió Whitney. “Deberíamos llegar en cuatro días. Espero que los rifles para jaguares hayan llegado desde Purdey’s. Deberíamos pasarlo bien cazando por el Amazonas. Un gran deporte, la caza”.
“El mejor del mundo”, aceptó Rainsford.
“Para el cazador”, enmendó Whitney. “No para el jaguar”.
“No digas bobadas, Whitney”, dijo Rainsford. “Eres un cazador de primera, no un filósofo. ¿A quién le importa lo que sienta el jaguar?”.
“Quizá al jaguar”, observó Whitney.
“¡Bah! No tienen entendimiento”.
“Aún así, pienso de veras que entienden una cosa: el miedo. El miedo al dolor y el miedo a la muerte”.
“Tonterías”, rió Rainsford. “Este clima cálido te está volviendo débil, Whitney. Sé realista. El mundo está conformado por dos clases: cazadores y cazados. Por suerte tú y yo somos cazadores. ¿Crees que hemos pasado ya esa isla?”
“No puedo decirlo en la oscuridad. Espero que sí”.
“¿Por qué?”, preguntó Rainsford.
“El lugar tiene reputación. Una mala”.
“¿Caníbales?”, sugirió Rainsford.
“Dificilmente. Ni siquiera los caníbales vivirían en semejante sitio dejado de la mano de Dios. Pero ha llegado de alguna manera al imaginario de los marineros. ¿No te has dado cuenta de que los nervios de la tripulación están hoy algo a flor de piel?”.
“Estaban un poco raros, ahora que lo comentas. Incluso el Capitán Nielsen…”
“Sí, incluso ese viejo sueco cabeza dura que se echaría encima del diablo para pedirle fuego. Esos ojos azules de pez tenían una pinta que no había visto antes. Todo lo que le pude sacar fue 'Este lugar tiene un mal nombre entre los marinos, señor'. Y entonces me dijo gravemente '¿No nota nada? Como si el aire alrededor de nosotros fuera realmente venenoso'. Entonces —y no deberías reírte cuando te lo diga— sentí algo parecido a un frío repentino. No había brisa. El mar estaba tan liso como una ventana de cristal. Estábamos deslizándonos en ese momento cerca de la isla. Lo que percibí fue un temblor en la mente, algún tipo de pánico repentino”.
“Pura imaginación”, dijo Rainsford. “Un marinero supersticioso puede contaminar a toda la tripulación de un barco con su miedo”.
“Quizás. Pero creo que a veces los marinos tienen un sentido extra que les dice cuando están en peligro. En ocasiones pienso que la maldad es algo tangible, que tiene ondas al igual que el sonido o la luz. Un lugar maligno puede, por decirlo de alguna manera, emitir vibraciones malignas. De alguna manera me alegro de salir de esta zona. Bueno, creo que me voy a ir ahora a dormir, Rainsford”.
“No tengo sueño”, dijo el otro. “Voy a fumarme otra pipa en la cubierta de popa”.
“Buenas noches entonces, Rainsford. Te veré en el desayuno”.
“Eso es. Buenas noches, Whitney”.
Aquí el enlace al relato: blogcaliptusbonbon.blogspot.com/2025/09/uno-de-los-mas-influyentes-rel
Hotel Hilton de Beverly Hills, 8 de enero de 2017. Entrega de los Golden Globe Awards de cine y televisión. Un selecto público de engalanados millonarios –a la sazón, la élite de la industria de Hollywood– aplaude a rabiar una encendida perorata contra Donald Trump. Al día siguiente, los millonarios son ensalzados como “la Resistencia” frente al inoportuno gañán elegido por el pueblo americano.
Mediterráneo central, agosto de 2019. Una millonaria estrella de Hollywood desvía el rumbo de su yate y sube al barco de una ONG –fletado con el dinero de otro millonario– para repartir limosnas entre un grupo de africanos. La estrella recrimina a Italia, país que había recibido ciento cincuenta mil africanos durante los meses anteriores, no querer hacer sitio para algunos más. A continuación, la estrella se marcha a una de sus mansiones de tropecientos metros cuadrados.
Octubre de 2017. Una gran estrella de cine entra como accionista en una macroempresa de productos vegetarianos y anima a la humanidad a no comer carne. El veganismo es cool. Por si hubiera dudas ya lo decían los sabios de la ONU: “Está ampliamente aceptado que los insectos proporcionan nutrientes comparables a la carne y el pescado”. Otra estrella de Hollywood se retrata comiendo arañas. Mensajes subliminales: los pobres deberían dejar de comer carne. Si además comen insectos, eso les hará mejores personas329 .
París, noviembre de 2018. Alegando razones ecológicas, el gobierno de Macron anuncia una subida de los precios del diésel. La medida afecta a las clases más humildes que dependen del coche, al tiempo que exime a los sectores más contaminantes y con grandes beneficios (fábricas, camiones, empresas, yates, cruceros). El malestar se extiende y enlaza con otras protestas: pérdida del poder adquisitivo, sentimiento de abandono de las zonas rurales, rechazo al Pacto Mundial de Migración de la ONU. Estalla la revuelta de los chalecos amarillos.
Madrid, noviembre de 2018. El ayuntamiento reserva el centro de la ciudad a los coches de los allí residentes y prohíbe el acceso a los demás coches. Consecuencia: los coches de los pobres se hacinarán y contaminarán en las afueras, mientras el centro gentrificado podrá respirar un aire más puro. “Vota bonito”, dirá en su propaganda la izquierda cool promotora del invento.
Septiembre de 2019. Una niña sueca promocionada por un lobby millonario acude a la ONU a dar un discurso contra el cambio climático. Lo hace en un velero deportivo propiedad del príncipe de Mónaco, patrocinada por la BMW y por un banco implicado en paraísos fiscales. La izquierda cool aplaude el discurso.
Estos episodios elegidos al azar –más o menos relevantes, más o menos chuscos– nos dejan una vaga impresión: aquí hay alguien que se ríe de alguien. ¿Se ríen acaso de nosotros ?
Todos ellos nos remiten a una categoría de fondo: al sesgo profundamente clasista del conglomerado ideológico imperante.
Parece lógico, por lo tanto, interpretarlos desde un enfoque de clase.
Adriano Erriguel
Con el capitalismo surgieron nuevas prácticas destinadas a dividir y a controlar el trabajo doméstico. La separación entre «hogar» y «lugar de trabajo» que trajo el capitalismo no existía en la Europa feudal. En las primeras ciudades medievales, las mujeres ejercían de médicas, carniceras, maestras, vendedoras y herreras. Habían alcanzado cierto grado de libertad. En palabras de Silvia Federici, en la Europa precapitalista «la subordinación de las mujeres a los hombres había estado atenuada por el hecho de que tenían acceso a las tierras comunes y otros bienes comunales». En el capitalismo, sin embargo, «las mujeres mismas se convirtieron en bienes comunes, ya que su trabajo fue definido como un recurso natural, que quedaba fuera de la esfera de las relaciones de mercado».
Esta redistribución del trabajo reproductivo se introdujo con violencia. En concreto, el derramamiento de sangre provocado por las relaciones domésticas modernas llegó con la caza de brujas. Las mujeres se vieron privadas de los derechos que habían poseído hasta entonces, como tener acceso a un salario, y se les prohibió reunirse o vivir solas. El único lugar seguro para una mujer era al lado de un hombre. A pesar de que las principales destinatarias de las cazas de brujas eran las mujeres que se negaban a casarse, las que eran dueñas de pequeñas tierras y, en particular, las matronas, las curanderas y otras mujeres que ejercían cierto control sobre la reproducción y que podrían haber practicado abortos, el terror funcionaba precisamente porque casi cualquiera podía ser acusada de brujería. Este miedo ayudó a crear lo que ahora conocemos como género.
Las cazas de brujas no solo servían para expulsar a las mujeres de las tierras comunes, que para entonces habían comenzado a cercarse, y encerrarlas en casa. También servían para recordar a poblaciones enteras qué podía pasar si se negaban a trabajar. Eliminar la creencia popular en la magia, afirma Federici, fue fundamental para la creación de la ética del trabajo capitalista: la magia era «una forma ilícita de poder y un instrumento para obtener lo deseado sin trabajar, es decir, aparecía como la puesta en práctica de una forma de rechazo al trabajo». La disciplina (y, en ocasiones, la tortura) del cuerpo durante las cazas de brujas ayudó a sentar las bases para la disciplina del cuerpo a la que obligaban los empresarios durante la jornada laboral, no solo la disciplina del reloj, sino también la de los músculos doloridos, las articulaciones cansadas y las mentes desgastadas que ahora las mujeres debían reconfortar.
Así se creó la dicotomía entre «hogar» y «trabajo» y, con ella, muchas otras oposiciones binarias que todavía configuran nuestras ideas sobre el mundo: «mente» y «cuerpo», «tecnología» y «naturaleza» y, por supuesto, «hombre» y «mujer». También en este periodo comenzó a tomar forma el concepto de raza tal y como lo conocemos (junto con la designación de algunas de ellas como naturalmente esclavas), y las sociedades empezaron a penalizar las formas sexuales no reproductivas. Al término de este periodo convulso, las mujeres no solo quedaron firmemente ancladas en el hogar, sin cobrar un salario y carentes de derechos, sino que la historia de la violencia que había dado lugar a esta situación se borró de un plumazo. «El trabajo femenino se convirtió en un recurso natural —indica Federici—, disponible para todos, no menos que el aire que respiramos o el agua que bebemos». Incluso la sexualidad femenina se transformó en trabajo.
Sahra Jaffe. Trabajar: un amor no correspondido.
menéame