Perplexity y el nuevo extractivismo digital

Hace tiempo que las grandes plataformas tecnológicas tienen el control de la información distribuyendo y reorganizando la forma en la que accedemos al conocimiento y convirtiéndose en los nuevos guardianes del flujo informativo. En estos tiempos en el que las noticias compiten por la atención humana como si fueran productos en un supermercado digital, el acceso al conocimiento es sólo una transacción mercantil más. En este escenario, Perplexity aparece como una alternativa a la saturación, un intento de devolver el sentido a la experiencia informativa con su apartado Descubrir, un sistema de noticias curadas y organizadas en niveles que permite al usuario elegir cuánta profundidad quiere alcanzar en cada tema. En la superficie, parece una solución elegante, una respuesta a la ansiedad de la sobrecarga digital, pero detrás de esta sofisticada presentación hay un problema que hemos visto antes: una plataforma que se coloca entre la fuente y el lector, capturando el valor sin generar el contenido.

Esta no es la primera vez que ocurre. Google News ya provocó una batalla con los medios al ofrecer titulares y fragmentos sin compensación, obligando a países como Australia a legislar para proteger a los creadores de contenido. Pero Perplexity va más allá: no solo organiza noticias, sino que las reformula, las destila, las convierte en resúmenes que satisfacen la curiosidad del usuario sin necesidad de que visite el medio original. Y aquí está el dilema: si nadie hace click, si los lectores se quedan en el resumen, los periodistas dejan de recibir ingresos, y sin ingresos, el periodismo muere. Es una lógica de extracción, un modelo que recuerda al que hemos visto en la industria de la música y la cultura digital en general, donde el contenido se ha convertido en algo que las plataformas empaquetan y distribuyen sin necesidad de pagar a quienes lo crean.

Jaron Lanier ha advertido sobre esto antes. En Who Owns the Future? planteó que la digitalización ha generado un sistema de redistribución desigual, donde el valor es absorbido por las grandes plataformas sin retorno para quienes generan contenido. El modelo de Perplexity encaja perfectamente en esta lógica. No cobra a los usuarios por acceder a información de calidad, pero tampoco paga a quienes la producen. En lugar de eso, ofrece una interfaz eficiente, diseñada para que el lector no tenga que abandonar su ecosistema. Es una forma de colonización digital en la que la información sigue existiendo, pero el vínculo con su origen se debilita. Al final, lo que queda es una capa de intermediación cada vez más sofisticada, cada vez más invisible, que convierte el acto de informarse en algo pasivo, fragmentado, reducido a la lógica del consumo rápido.

Este problema no es solo económico, también es epistemológico. Maryanne Wolf ha mostrado en Reader, Come Home cómo la lectura digital ha alterado nuestra forma de procesar la información. Nos hemos acostumbrado a escanear textos en lugar de leerlos, a consumir fragmentos en lugar de desarrollar pensamiento crítico. Perplexity refuerza esta tendencia con su sistema de niveles, dando la ilusión de control sobre la información cuando en realidad la está prefiltrando, simplificando, moldeando el conocimiento en función de lo que su algoritmo considera relevante. El riesgo es que terminemos atrapados en un entorno de información mediada por inteligencia artificial que nos haga creer que sabemos más de lo que realmente sabemos.

La estructura misma de estas plataformas introduce sesgos invisibles. Safiya Umoja Noble ha demostrado en Algorithms of Oppression cómo los algoritmos reflejan prejuicios, amplifican desigualdades y seleccionan información en función de criterios que no son neutrales. Si dejamos que sistemas como Perplexity decidan qué noticias importan y cómo deben ser presentadas, estamos delegando la construcción de la realidad a una máquina que no piensa, sino que optimiza. No es solo un problema de qué información recibimos, sino de qué información dejamos de recibir, de cómo los matices se diluyen y la complejidad se convierte en una serie de datos preprocesados diseñados para maximizar la eficiencia del consumo informativo.

El periodismo ya está en crisis. Los ingresos publicitarios han caído, los muros de pago han fragmentado el acceso a la información y los medios dependen cada vez más de modelos de suscripción que sólo una parte de la población puede costear. Perplexity y otros agregadores están acelerando este proceso sin ofrecer soluciones reales. Podrían compartir ingresos con los medios, como algunos han propuesto, o podrían diseñar modelos de micropagos que permitieran compensar a los creadores de contenido. Pero eso no es lo que están haciendo. En su lugar, están refinando la máquina de agregación, perfeccionando la forma en que reorganizan la información para que el usuario no tenga que salir de su entorno, asegurándose de que el valor se quede dentro de la plataforma y no fluya hacia quienes realmente han producido la noticia.

La historia nos ha mostrado cómo termina esto. En The Net DelusionEvgeny Morozov advirtió que la promesa de un internet libre e ilimitado puede convertirse en una trampa si no se establecen mecanismos para sostener el conocimiento independiente. Si dejamos que estas plataformas dominen el acceso a la información sin que exista una retribución justa para quienes generan el contenido, terminaremos en un escenario en el que el periodismo se verá reducido a un insumo para máquinas que reformulan y sintetizan sin generar nada nuevo. Será un mundo en el que la información sigue fluyendo, pero sin raíz, sin profundidad, sin memoria.

Podemos aceptar este futuro sin resistencia o podemos preguntarnos qué alternativas existen. Jaron Lanier ha defendido la idea de un internet en el que los creadores de contenido reciban compensación directa, en el que cada contribución al conocimiento digital tenga un valor real y no sea simplemente materia prima gratuita para las plataformas. Quizás la solución pase por ahí, por un sistema en el que la información no sólo sea accesible, sino también sostenible. Si no encontramos una forma de equilibrar la relación entre agregadores y medios, lo que hoy parece un avance en la forma en que nos informamos podría convertirse en otro paso hacia un ecosistema donde la verdad ya no importe, donde la información no sea más que un residuo optimizado para maximizar el tiempo de permanencia en una aplicación.

Descubrir de Perplexity es una solución a la crisis de la información digital, pero también es su síntoma. Nos da acceso a noticias sin ruido, sin distracciones, sin la pesadez del clickbait. Pero lo hace eliminando el camino hacia la fuente original, creando un entorno en el que la inteligencia artificial decide por nosotros qué es relevante y qué no. No es solo una cuestión de tráfico web o de ingresos publicitarios, es una cuestión de quién posee la información y cómo decidimos distribuir su valor. Si seguimos en esta dirección sin replantearnos el modelo, lo que hoy parece una solución terminará siendo parte del problema.