Hace 3 años | Por pert0 a gigantes.com
Publicado hace 3 años por pert0 a gigantes.com

En cuanto saltaba a pista era un grano en el trasero rival, un tipo empleado en cuerpo y alma en recuperar el balón cuando su equipo no lo tenía; y cuando lo tenía, actuaba de forma expeditiva y simple. Mientras los jugadores grandes apenas tocaban el balón, Caruso era generoso con ellos. Y entre tanto tiro y perímetro, tanta vena por superar a rivales en 1×1, los ojeadores maduros valoraban esa lectura clásica, que añadir a su entrega y servicio. En resumen, murmuraban, “el chico puede ejercer de base y defiende bien”. Alex era un recurso proletario para acercar la victoria. Y de vez en cuando dejaba alguna perla en forma de mate. “Y tiene buenas piernas”, concluían en la banda.

Ahora sabemos que aquella virginidad en Caruso se mantendría intacta, en todo escenario, transparente y sin dobleces. “Así fui siempre, del instituto a la universidad a la G-League a la NBA –decía–. Hay una correlación en todas esas etapas”. Una declaración de fidelidad a sí mismo, a lo que mejor sabía hacer sin caer en tentaciones de vanidad. Cualquier informe honesto de aquellos días rezaba verdades sencillas: rápido, gran defensor, decente tirador, correcto base. Una estrofa que después de cuatro años en College Station a las órdenes de Bill Kennedy seguiría valiendo. Y con todo, no era suficiente para atraer la vista de un plano mayor.