Sobre la razón

1) Nuestro nivel de raciocinio es quizás, junto con el bipedismo, el rasgo que más nos distingue del resto de animales. No obstante tanto la razón como la consciencia en sí no pueden ser en esencia más que unos productos evolutivos como otros cualquiera (recuerda a Dobzhansky: "Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución").

2) Y como productos evolutivos que son deben basar su existencia plenamente en el hecho de que posean una completa funcionalidad adaptativa que favorezcan una eficiente supervivencia y reproducción. Esta es su razón de ser, y su verdadera (y única) función natural.

3) Mediante la razón el ser humano es capaz de prever con gran eficiencia los fenómenos por venir de manera que puede planear y actuar en consecuencia (hasta cierto punto). No obstante los grados de libertad que nos permite el mundo son muy limitados y la moderna neurología nos enseña que una gran parte de nuestros actos vienen ya decididos por procesos cognitivos inconscientes (y por lo tanto instintivos e irracionales), siendo la razón luego una mera intérprete que se encarga de racionalizar ante la conciencia lo que ya hemos decidido a priori sin que medie su consentimiento.

4) Son por lo tanto casos muy concretos y específicos aquellos en los cuales la razón toma realmente el mando. Sin embargo, aún en estas contadas ocasiones nuestra libertad de acción está igualmente coartada por nuestra capacidad para prever las consecuencias de nuestras conductas; es decir, por el hecho de saber a priori si cierta acción nos reportará un sentimiento agradable o desagradable. De esta manera, antes de decidir qué hacer ya sabemos de antemano el efecto bioquímico (al corto, medio y largo plazo) que vendrán probablemente acompañando a cada una de las alternativas a nuestra disposición.

5) Como resultado de lo dicho finalmente todos acabamos actuando en la búsqueda de la mayor cantidad de dopamina (hedonismo más o menos consciente), y evitando en lo posible toda impresión de frustración y dolor psicológico. La razón a la hora de acordar qué hacer es por tanto prisionera del sistema neuroendocrino o de los heurísticos inconscientes (según sea el caso): y este es precisamente el modo en que la evolución logra que no nos salgamos de la vereda y se acaten siempre los mandamientos naturales (de supervivencia y reproducción).

Conclusión) La razón tiene mucho menos peso en nuestra conducta diaria de la que damos por sentado. Como ya aventuró hace mucho Sigmund Freud, y hoy día casi por unanimidad la comunidad científica (los neurólogos), una gran parte de nuestra toma de decisiones provienen de procesos cognitivos neuronales inconscientes, de los que la consciencia es mera espectadora que ve lo que se le induce (a posteriori) a ver. Por lo tanto la razón tiene por una parte una función justificadora ante nuestros actos y decisiones no conscientes (debe imaginar e inventar ante la consciencia razones sobre por qué hemos hecho tal o cual cosa), y por otra parte ante situaciones muy complejas también a veces forma parte activa de la toma de decisiones; aunque lo hace muy coaccionada por la reacción bioquímica que prevé que tendrá parte del cerebro (sistema neuroendocrino) ante las consecuencias que puedan desencadenar nuestros actos. Así pues la razón está absolutamente al servicio de los fines evolutivos de supervivencia y reproducción (puesto que el proceso de recompensa neuroendocrino es autónomo y se encuentra totalmente determinado por el genoma). Es más, se puede decir que es precisamente por poseer todavía una clara funcionalidad adaptativa por lo que siguen permaneciendo y existiendo en el acervo génico seres racionales como nosotros (aunque nada garantiza que la razón algún día deje de ser circunstancialmente funcional y simplemente desaparezca tal como apareció, tesis defendida en parte por ejemplo por Carlos Castrodeza). Podemos decir a modo de resumen que la razón NO nos diferencia en esencia del resto de seres vivos. Somos un eslabón más del reino animal con ciertas características novedosas (que ya otros animales del género Homo poseyeron en el pasado antes de extinguirse, por cierto), pero que no obstante como especie (tanto a nivel individual, como social y pese a la razón) compartimos con el resto de seres vivos una única meta vital y existencial (de hecho, la única posible): nuestra supervivencia y reproducción...y punto.