El Museo Nacional del Prado fue el encargado de comprobar que la obra tendría un valor real de entre 3.000 y 5.000 euros y no había sido realizada por el pintor italiano. La pieza, según el permiso de exportación, estaba valorada en 1.300.000 euros, aunque, tras un análisis realizado en el Museo Nacional del Prado, se ha determinado que se trataba de una imitación realizada con una intención fraudulenta.