En la capital de Galicia, al igual que en A Coruña, recuerdan muchos otros caprichos de La Collares que no han llegado a las crónicas aunque que se transmiten de boca en boca. Son los que hablan de cómo las joyerías y las tiendas de antigüedades se cerraban a su paso porque la mujer del dictador tendía a llevarse sin pagar aquello a lo que le echaba el ojo, “y no tenía cataratas, precisamente”, apunta la historiadora Encarna Otero. Intentar cobrárselo, además, podía salir todavía más caro.