Como en otras ocasiones, los manifestantes han acusado al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de anteponer sus intereses a la vida de los rehenes, prolongando la ofensiva por motivos políticos, teniendo en cuenta que sus socios de coalición --encabezados por los ministros de Seguridad, Itamar Ben Gvir, y de Finanzas, Bezalel Smotrich--, de quienes depende, se oponen a toda tregua en el enclave palestino.
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Que buena parte de los israelíes estén acojonados porque la panda de nazis que les gobiernan pueden convertirlos en unos parias en medio mundo, más probable.
Y ese debería ser el sentido de las movilizaciones internacionales: que a todo israelí le de vergüenza decir su nacionalidad.
Con todo lo que han sembrado, sólo deben esperar otros 10-15 años y tendrán de nuevo una excusa para rematar la faena.
Sólo deben rezar porque a ellos no les toque el siguiente ataque y ya. El riesgo merece la pena.