Y es que, la necesidad de espacios en los que poder hidratarse durante los calurosos veranos es algo que caracteriza a la capital desde hace siglos, desde los aguadores y las fuentes, hasta las terrazas y los cafés, aunque sin duda fueron los puestos callejeros de venta de refrescos los que aliviaron a los acalorados madrileños en sus quehaceres diarios por las calles de la capital.
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