Puede que Ryanair, con el incombustible Michael O’Leary a la cabeza, se esté frotando las manos con la subida de precios que planea gracias al furor viajero dentro de Europa. Pero la situación es bien distinta para las compañías que vuelan entre el continente y Estados Unidos, el primer corredor aéreo del mundo por volumen de rutas y pasajeros. Aquí las cosas pintan bastos por la política de tierra quemada de Donald Trump y su efecto disuasorio sobre el turismo.
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