Los yates de lujo que fondean en Barcelona, propiedad de magnates de medio mundo, conviven todavía hoy en el Port Vell con una veintena botes pesqueros. Les separa un pequeño muelle, el de Pescadores, presidido por la Torre del Reloj, un viejo faro que ha sido testigo del último cuarto de milenio del Puerto, pero sobre todo de uno de los grandes hitos de la historia de la ciencia: la creación del metro como unidad de medida universal.
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