El 1 de mayo de 1929, los depósitos de mercancías de la Estación del Mediodía —hoy conocida como Estación de Atocha— en Madrid vivieron uno de los hallazgos más escalofriantes e inolvidables de la crónica negra española. Una sencilla caja de madera, facturada tiempo atrás en Barcelona, acabó revelando un secreto terrible: dentro de ella yacía el cadáver de un hombre, mutilado y en avanzado estado de descomposición.
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