En la segunda mitad del Siglo XVIII era incuestionable la preocupación por el decadente estado de los bosques y las arboledas en España, causado entre otras muchas causas por las incontroladas roturaciones para cultivo agrícola, los incendios provocados para favorecer la regeneración de pastos para la entonces preeminente cabaña ganadera, el aprovechamiento de maderas y leñas para uso doméstico, instrumentos de labranza y muebles, y las talas para satisfacer el abastecimiento de los ingentes volúmenes de madera para la construir navíos.