Estudios recientes apuntan al murciano Andrés de Claramonte como el verdadero autor de algunas comedias del Siglo de Oro, como El Burlador de Sevilla, que hasta ahora se creían de otros dramaturgos, entre ellos Tirso de Molina. Su mala entrada en los estudios literarios ha ido corrigiéndose merced a investigadores como S. Leavitt, A. Rodríguez López-Vázquez, F. Cantalapiedra o A. García Reidy, entre otros, que han estudiado con rigor su obra, y han apreciado sus dotes para la creación dramática.
Comentarios
Andrés de Claramonte ha sido un autor menospreciado por la crítica, empezando por Marcelino Menéndez y Pelayo, por ser un mero actor. Es el mismo tipo de clasismo que s esconde detrás de las ideas de que Shakespeare no pueda haber sido autor de las obras que llevan su nombre.
El caso del dramaturgo murciano lo conozco bien, ya que el gran especialista en su obra es mi padre.
El autor del artículo es un tipo realmente solvente y a quien conozco desde hace 15 años, el profesor Germán Vega, de la Universidad de Valladolid.
#1 Visitar la biblioteca de tu familia debe ser una experiencia religiosa.
#2 No es para tanto, aunque alguna cosilla interesante sí que hay como la edición de las tragedias de Séneca hecha por Martín Antonio del Río (Amberes, 1576), o una segunda edición de las Vitae Patrum de Heribert Ros-Weyde (Amberes, 1640).
#2 lo raro de cojones es que además tenga tiempo para seguir el fútbol
#4 Eso dice MUCHO a su favor
#5 yo me lo imagino como un tío con una CPU 10x la mía y 100x de RAM.
#7 Tradicionalmente se ha atribuido a Tirso de Molina, pero sin ninguna base real.
El único fundamento para atribuírselo es una edición facticia que no contiene una sola palabra de verdad en toda la portada, donde se afirma que es un volumen impreso en Barcelona, por Jerónimo Margarit, y en 1630, cuando la realidad es bien distinta tal como demostró Don W. Cruyckshank: lo imprimieron Lyra y Sande en Sevilla en 1629.
Los pies de imprenta falsos con indicaciones de ciudades de la Corona de Aragón son especialmente abundantes entre 1626 y 1635, ya que en ese período estaba prohibido imprimir teatro en la Corona de Castilla.
Por si fuera poco, Tirso de Molina jamás incluyó El Burlador de Sevilla entre las "Partes" de comedias que se ocupó de publicar.
Además, los impresores o libreros estaban para ganar dinero, y no tenían el menor problema en cambiar un par de hojas de stock sin vender de temporadas anteriores poniendo el nombre del dramaturgo que estuviera de moda. Como Lope de Vega estuvo mucho tiempo muy de moda, hay cientos de obras que no son suyas pero que circulan con su nombre.
#5 #6 Poco sueño, mucha cafeína, y un estupendo gato para mantener la cordura. También tengo una memoria aceptablemente buena, dicho sea de paso.
#8 tu memoria tiene que ser nivel Pumares en los 80 por lo menos.
La mía es un desastre.
Lo único bueno de mi memoria es que me ha hecho apuntarlo todo.
#9 Me pasa lo mismo, hasta el punto de que llevo un registro diario de lo que hago en el trabajo por muy tonto que me parezca a veces apuntar ciertas cosas, pero luego mola cuando te hace falta contar algo, mi memoria es muy volátil y a dos días pasados no recuerdo ni lo que comí.
#1 Presentame a tu padre!
#13 Me parece que ya esta pillado
Siendo interesante el artículo, los comentarios del meneo me están pareciendo una delicia
Gracias, gente
A ver una cosa. Todos los libros que se publicaban por aquel entonces debían pasar censura. El censor era siempre un escritor. El censor a veces eliminaba capítulos enteros y para mantener la coherencia durante el salto, escribía capitulos nuevos que permitían la transición. Si un capítulo es anormalmente corto, este es el motivo.
Por supuesto el censor también retocaba lo que quisiera. Modificaba, borraba, añadía.
Por lo tanto en el resultado final hay tanto texto del autor como del censor.
Entonces sucede que con los análisis de léxico que los computadores pueden hacer hoy en día, sale el censor identificado como posible autor. Es que también lo es.
#10 El teatro es la excepción.
La circulación de una obra en los primeros cinco años (por término medio) es en forma de representación, y ahí lo que hay son los manuscritos de que dispone la compañía, que son parciales salvo el del director y el del apuntador. A partir de esos dos se sacaban tres o cuatro copias parciales, en concreto de los textos para el primer actor (que a veces era el director), la primera actriz, el segundo actor, y la segunda actriz. Los actores secundarios habitualmente eran iletrados y aprendían los textos de oído.
Cuando una compañía le sacaba todo el rendimiento que podía a una comedia, luego la vendía a otra compañía o a un impresor/librero. Si se vendía a una compañía, ese segundo grupo adaptaría los textos al personal de que disponía, habitualmente suprimiendo personajes si estaban cortos de personal, o haciendo arreglos en función de las capacidades de sus actores.
Cuando el texto llega a manos de un impresor, con suerte sólo habría pasado por las manos de una compañía, pero lo más probable es que hubiera pasado por dos o tres, con las deturpaciones que ello supone.
Luego está la cuestión de la enorme cantidad de ediciones sueltas que podían llegar a circular, sin el menor control. Una suelta se hacía de forma bastante rápida, y se despachaba con la misma presteza. El control censor en esta clase de literatura volandera ni estaba ni se le esperaba, eran impresiones hechas de manera rápida y sin licencia.
Por si fuera poco, la cantidad de teatro impreso con pies de imprenta falsos entre 1625 y 1634 es espectacular debido a la prohibición. Si uno ve cualquier texto teatral impreso entre 1625 y 1634, el pie de imprenta es falso con casi total seguridad.
#0 pues mira, no conocía este asunto. Yo estaba tan feliz pensando que "El Burlador de Sevilla" era de Tirso de Molina, y ahora ya me quedo con la duda...
Soy de Murcia y es la primera vez (que recuerde) que escucho sobre Andrés de Claramonte. O tengo un problema, o la Región tiene otro cultural.
#15 Idem.
#15 #16 Va a ser que la Región de Murcia tiene un cierto problema cultural.
También es que hasta hace poco no se le ha hecho mucho caso a este dramaturgo, pero cada vez tiene más reconocimiento entre los especialistas, mayormente gracias a mi padre, a Fernando Cantalapiedra, y a Germán Vega.
Supongo que una vez que la relevante posición de Claramonte está perfectamente asentada entre los especialistas empezará a ir permeando a los libros de texto de secundaria.
#17 Toda la razón. Dale un abrazo a tu padre de mi parte por todo ese trabajo, que espero, se haga justicia.
Y ahora que?... que hacemos con los millares de ejemplares?... con un bolígrafo tachamos y escribimos el nombre del autor?