Eran las ocho de la tarde del jueves 31 de agosto de 1939 cuando Reinhard Heydrich, uno de los hombres de mayor confianza del Führer, descolgó su teléfono y efectuó una llamada en la que tan solo dijo: 'La abuela ha muerto'. Esta era la contraseña con la que estaba dando luz verde a Alfred Helmut Naujocks para poner en marcha un plan con el que engañar al mundo y dar pie a que la inminente invasión de Polonia por parte del ejército alemán tuviese una justificación de cara al resto del planeta.
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