A los santos siempre se les debe considerar culpables hasta demostrar su inocencia, pero las pruebas no son, desde luego, las mismas en todos los casos. En el de Gandhi, lo que uno se siente inclinado a preguntar es: ¿hasta qué punto fue la vanidad lo que lo motivó la conciencia de sí mismo como un humilde anciano, sentado desnudo en su estera de oración, sacudiendo imperios exclusivamente con su poder espiritual y hasta qué punto, al entrar a la política, que por su propia naturaleza es inseparable de la coerción y el fraude, comprometió...
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