Cuando llegamos a Tirana por la tarde y pasamos junto al edificio por la autopista, pienso que quizá sea una iglesia moderna, por sus paredes curvas de hormigón que recuerdan a la capilla de Ronchamp, y por la cruz que brilla en su fachada. Entonces ya vemos, y el mapa también lo confirma, que no es una iglesia, sino un hospital: un hospital veterinario. “Era necesario que fuera tan llamativo”, dice nuestro guía que llegó desde Ankara a Tirana para fundar este hospital junto a tres veterinarios albaneses.
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