Hace algo más de un mes que mi padre falleció y ya se va haciendo patente que el proceso de su borrado existencial está en marcha. Ya acabaron las condolencias y apenas se menciona su obra o su nombre. Ya nadie busca sus vídeos ni señala sus fotografías. Si fue bueno o malo, y los reproches que antaño le acompañaban también se fueron. Ya no importa que bebiera o que se emborrachara, ni que llevara una vida desordenada. Ya no importan sus rarezas ni su soledad. Ya no importa su rebeldía ni sus historias vividas que mil veces nos contó.
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