Hoy, de los tres principales festivales de cine de creación que se realizaban en este país, sólo queda uno, el de Las Palmas de Gran Canaria. (...) Para una ciudad, tener un festival de prestigio no supone, ni debe suponer, un beneficio económico directo. Lo que ofrece es dar densidad a su nombre, permitir que no caiga bajo la tiranía de una etiqueta turística o folclórica, concederle el estatuto de metrópoli más allá de esas postales sin textura que adornan los programas electorales.
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