Cuando la primera bomba atómica detonó el 6 de agosto de 1945, miles de muertos y moribundos fueron trasladados a la pequeña isla rural de Ninoshima, al sur de Hiroshima, en barcos militares con tripulaciones entrenadas para misiones de ataque suicida. Muchas de las víctimas tenían la ropa quemada y la carne colgando de la cara y las extremidades. Gemían de dolor.
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