El libro se basa más o menos en esta premisa: «Hace años que no mato a nadie, y no pienso volver a hacerlo nunca más. Fue solo una mala racha que estaba pasando.»"
Luego, el segundo pilar, es su odio al mar y a las mujeres. No me voy a molestar en explicar por qué. Da igual.
Casi todo da igual, o esa es la sensación que me queda. Porque se trata de un adolescente psicópata que ha matado a dos primos y a un hermano, y que piensa que lo más divertido de la vida es portarse como una mierda y conseguir que todo el mundo se desviva por ti.
Me acerqué al libro con ciertas reservas, porque todo lo que va sobre maniáticos y psicópatas da ocasión a decir gilipolleces sin necesidad de justificarlas, y salí de él con esa misma impresión: que el autor tenía ganas de escribir maldades ode ahorrarse un psicólogo y compuso esta novela que, seguramente, sería muy provechosa para él, pero no tanto para sus lectores. O así lo veo yo.
No obstante, reconozco que está mejor escrita que la media y que gran parte del desagrado viene de que no me gustan las novelas sobre adolescentes (no, tampoco el guardián en el centeno, ni el señor de las moscas) y tampoco las que se basaban en universos mentales con reglas propias, y rituales propios, como la fábrica de avispas, sus altares de sacrificios y sus chorradas diversas. Prefiero elfos y dragones. Me los creo más. O me aburren menos.
Un asco de novela, pero que puede interesar a los aficionados a estas malas digestiones mentales.
Literatura femenina en el mejor sentido posible de este descricpción, como cuando se habla de Emily Brontë o de Patricia Highsmith.
Nos encontramos, desde un principio, en un libro que se centra en las distintas sensibilidades d elos personajes, en sus vivencias y en sus recuerdos más que en hechos concretos o una trama lineal. Nos encontramos de hecho, ante un libro que es solamente eso, porque las vicisitudes de la autora, que parecen solaparse con las de la protagonista, son una sucesión de derrotas y guerras perdidas que moldean, a golpes, su carácter.
La autora, unionista Yugoslava ferviente, entiende ciomo una catástrofe el desmembramiento de su país y las subsiguientes guerras, que ella siempre entendió como guerras civiles. Exiliada a Alemania, contempla desde allí la destrucción de su patria y el constante flujo de refugiados de todos los bandos, unos refugiados que, en el extranjero, se ayudan a menudo entre sí después de haberse matado concuienzudamente en casa. Porque en Alemania ya no hay serbios, ni croatas, ni bosnios, sólo hay refugiados que están solos y lo pasan mal.
¿No podíais haber empezado por trataros así unos a otros en vuestra propia patria, pandilla de idiotas? Se pregunta en algún momento la autora, de manera implíciita o explícita.
Capítulos cortos, prosa magnífica, pensamiento profundo, terriblemente irónico y amargo a veces, pero casi siempre certero.
El título sale de una historia inolvidable que no destriparé aquí. Y como dice la autora ya en la primera página, si el libro se basa o no en hechos reales, es asunto de la policía, no del lector.
Lo recomiendo muy sinceramente, pero no vale para cualquier momento ni para cualquier estado de ánimo.
Todos los que de algún modo nos dedicamos o nos hemos dedicado a la literatura hemos pensado en una historia de este tipo, pero ha tenido que ser el italiano Paolo Maurensig el que la escriba, y la escriba bien.
Se trata de un pequeño pueblo suizo donde por el aislamiento, el invierno, o la anécdota de que Goethe pasó una noche allí, todo el mundo escribe. Memorias, ensayos, novelas, poesía... Lo que sea. pero todo el mundo escribe.
Y al diablo, que para eso está, se le ocurre al idea de pasarse por el pueblo convertido en editor, a ver qué es capaz de hacer o de oefrecer toda esa gente por ver su obra publicada.
Se trata, obviamente, de una sátira autoinflingida, d de una broma que Maurensig lanza contra sí mismo y contra sus colegas, aderezada de pequeñas maldades, un estilo a veces arcaizante, una técnica bastante decimonónica, para bien y para mal, y unos recursos estilísticos tan vistos y tan repetidos que de puro tópicos funcionan.
El final de la novela, muy de mi gusto, tiene algo de ruso. No digáis que no lo aviso. De igual modo, el desarrollo, podría tener algo de japonés. Al autor no le falta talento ni osadía, eso desde luego.
Como son ciento y pico páginas, la recomiendo. Se consume de tres bocados, como un buen pastel.
En nuestros días, pocas veces se encuentra uno con autores de novela negra que no creen que su historia merece una descripción pictórica y un estudio psicológico hasta llegar a las cuatrocientas páginas. O a lo mejor es cosa de los editores que exigen esas extensiones pesabndo en la gente que regala libros y no se atreve a regalar uno demasiado delgado. Todas esas cosas he escuchado alguna vez.
Esta novela, afortunadamente, se publicó hace casi 75 años (en 1950) y no padece ese defecto tan contemporáneo. Ni ese, ni la corrección política, ni la necesidad de encandilar con una fórmula manida. Y se nota, porque sus personajes son una banda de gente resentida, malhumorada, que cumple con su deber al estilo suizo y menosprecia el mundo también al estilo suizo, un país siempre próspero que ha aproberchado su abundancia y laboriosidad pata aportar a la Humanidad todas esas cosas que enseguida cualquiera puede enumerar.
En "el juez y su verdugo" el crimen parece complicado y las circunstancia dan la impresión de ser favorables al deluincuente. El comisario que tiene que investigarlo está a punto de jubilarse y pasa por un momento personal complicado. Y en medio de la insatisfacción vital, el mal tiempo, las malas digestiones y una especie de desapego al mundo y al resto de las personas, el caso es que hay que ser profesional ante todo y hay que resolver el puto caso.
Esa es la sensación que la novela transmite en sus 180 páginas.
A mí me gustó mucho, porque en general me gusta mucho Dürrenmatt, al que traigo aquí por si se lo descubro a alguien, que es de lo que va este pequeño espacio.
Dürrenmatt tiene otras muchas obras muy interesantes y muy certeras, con una ironía finísima y un punto de humor bastante negro o un poco nihilista. Cuesta poco probarlo y vale la pena. Lo prometo.
menéame