La fascinación pública por lo atómico dio lugar a un tipo de turismo muy particular en Estados Unidos (y en menor medida en Europa y la URSS, de manera mucho más restringida), donde la gente acudía voluntariamente a ver pruebas nucleares o instalaciones relacionadas. Las Vegas, todavía una ciudad en expansión por entonces, se convirtió en el epicentro de esta extraña atracción. A poco más de cien kilómetros al norte de la ciudad se encontraba el Nevada Test Site, uno de los escenarios principales para las pruebas nucleares.  
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