Lo sacaron del Teatro Pavón y dijeron que lo llevaban a la temida Dirección General de Seguridad. Tres falsos policías con gabardina, como una película negra que devino en una de terror, lo condujeron a los altos de la Castellana y lo apalizaron en medio de la noche oscura. Le arrancaron el pelo lleno de brillantina a tirones, le rompieron los dientes y le hicieron beber aceite de ricino antes de dejarle inconsciente. Por marica y por rojo, le decían