Un emperador no solo debía llevar los símbolos visibles del poder, como la diadema, el manto imperial (paludamentum), los zapatos o el cetro, sino también mostrar una serie de gestos públicos que reforzaran su autoridad. Especialmente, debía mantener una actitud distante y solemne, casi intocable. Este distanciamiento se hace evidente a partir de Domiciano. Plinio el Joven lo critica en su panegírico a Trajano, alabando al segundo por su calma, en contraste con el miedo que provocaba el primero.
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Abrir un nickname en Internet y creerse ser el personaje es patético y lamentable.