(...) En los albores del siglo XX, cuando la leyenda cuenta que Lord Kelvin daba por cerrada ya la física, Planck y Einstein pusieron todo patas arriba. El primero fracturó la continuidad del tiempo en mil pedazos. Pues no solo la energía se hallaba empaquetada en indivisibles “cuantos”, sino que también el tiempo dejaba de ser una magnitud continua para fragmentarse en un mosaico de instantes. (...) Pero la sincronía se complicó aún más cuando supimos que el tiempo no solo resulta físicamente discreto, sino también relativo (...)
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