Verano del 95 (relato corto)

Me estiro perezosamente y bajo a la cocina donde mi madre ya tiene el café hecho. Cojo una tostada con mantequilla y mermelada mientras hojeo el periódico que mi padre ha dejado abierto en la sección de deportes.

El plan es quedar con los colegas en la plaza a eso de las once. Seguramente acabemos en los recreativos echando unas partidas al Street Fighter II o al futbolín del bar de Paco. Llevo suelto en el bolsillo, algunas pesetas que he ido guardando de la paga.

Por la tarde había pensado pasarme por la tienda de discos del centro. Tengo ahorrado para comprarme el último de Radiohead, The Bends, que llevo queriendo desde que escuché "Fake Plastic Trees" en Los 40. Si queda algo, miraré las cintas vírgenes para grabar esa recopilación que le prometí a María.

A la noche, si todo sale bien, iremos al cine a ver algo - creo que han estrenado Braveheart. Y después, pues al Molly's o donde toque, hasta que cierren o hasta que se acabe la paga. Total, mañana domingo no hay prisa para levantarse.

Cojo las llaves, el walkman con la cinta de Pearl Jam a medias, y salgo. El día promete.

Bajo las escaleras de dos en dos y salgo al portal. El sol me deslumbra un momento. En la calle, el quiosco de Ramón está abierto y algunos vecinos ojean las revistas. Me acerco a echar un vistazo - Interviú, el Muy Interesante, y ahí está la última Super Pop que seguro compra mi hermana pequeña.

Camino hacia la plaza con "Alive" de Pearl Jam sonando en los cascos. Tengo que cambiar las pilas pronto, que el sonido empieza a ralentizarse. Por el camino me cruzo con Antonio, el del videoclub, que va abriendo la persiana.

- Eh, chaval! Te dieron ayer la de Pulp Fiction? - me grita. - Sí, sí, mi padre la trajo - le contesto quitándome un auricular.

En la plaza ya están Miguel y Carlos sentados en el banco de siempre, fumándose un Fortuna. Carlos tiene su moto aparcada al lado, una Derbi Variant roja que es su orgullo.

- Qué pasa, tío? Llegas tarde - dice Miguel. - Son las once y cuarto, tampoco te pases - me río mientras me siento. - Vamos ya a los recreativos o esperamos a Javi? - Javi dijo que igual venía más tarde, que anoche llegó a las tantas del concierto de Dover en el Reptil.

Carlos se levanta y tira la colilla. - Venga, vamos. Quiero la revancha al Street Fighter. Ayer me ganaste de chiripa.

El día acaba de empezar y tenemos todo el tiempo del mundo.

Entramos en los recreativos. El local está en penumbra, iluminado solo por las pantallas parpadeantes de las máquinas. El ruido es ensordecedor - pitidos electrónicos, música de 8 bits, y los gritos de los críos más pequeños jugando al Metal Slug. Huele a humo y a chicle de fresa.

Nos acercamos al Street Fighter II. Hay dos chavales jugando, pero por las monedas que tienen apiladas en el cristal, les queda poco.

- Yo pido a Ryu - dice Carlos mientras saca cinco duros del bolsillo. - Ken, como siempre - respondo.

Mientras esperamos, Miguel se va a la máquina del millón. Se le da de miedo, puede tirarse media hora con una sola partida. Dice que el truco está en no ponerse nervioso con las luces y los pitidos.

Acabamos de empezar la segunda partida cuando entra Javi con cara de zombi. Lleva las gafas de sol puestas, y la camiseta de Nirvana arrugada.

- Tíos, menuda noche. Dover estuvo increíble, pero luego acabamos en casa de Sergio hasta las seis - se deja caer en el banco de al lado. - Fue la rubia esa, la Cristina? - pregunta Carlos sin dejar de machacar botones. - Qué va, esa pasa de mí olímpicamente. Pero conocí a una chica de Alcobendas que...

HADOUKEN! Mi Ken vuela por los aires. Carlos se ríe.

- Toma! Te lo dije, ayer fue suerte. - Venga, la revancha. Aún me quedan monedas - busco en el bolsillo mientras Javi sigue contando su noche.

Son casi las dos cuando salimos. El sol pega fuerte y decidimos ir al bar de Paco a tomarnos algo fresco. Un Kas de naranja bien fría y unas bravas para compartir.

El bar de Paco está hasta arriba. Normal, es sábado y es una de las mejores terrazas del barrio. Nos hacemos hueco en una mesa que acaba de quedar libre, todavía con los platos sucios del grupo anterior. Paco se acerca con su delantal manchado de siempre y esa sonrisa socarrona.

- Qué va a ser, chavales? - Cuatro Kas de naranja y unas bravas para compartir - pide Miguel. - Y aceitunas - añado yo- . De las rellenas. – Marchando!.

Mientras esperamos, Javi sigue con los detalles de anoche. Por lo visto, la chica de Alcobendas se llama Elena y le ha dado su teléfono fijo.

- El problema es que vive con sus padres y dice que mejor llame después de las diez de la noche - explica mientras se quita las gafas de sol y se frota los ojos. - Pues nada, tío, la llamas esta noche - dice Carlos encendiendo otro cigarro- . Por cierto, habéis visto el nuevo videoclip de los Cranberries en la MTV? - El de "Zombie"? Está genial, pero me gusta más el anterior - comento.

Las bravas llegan humeantes. Paco las hace con ese punto picante perfecto que te hace sudar pero no puedes parar de comer. Entre los cuatro arrasamos con ellas en minutos. En la mesa de al lado, un grupo de chicas de nuestra edad se ríen mirando hacia nosotros. Reconozco a una - Laura, la hermana de Pablo del instituto.

- Eh, esa no es Laura? - le digo a Miguel por lo bajo. - Sí, tío. Y la morena es su amiga Sara, la que te gusta desde tercero de BUP. - No me gusta - miento fatal. - Ya, claro. Por eso te pusiste rojo como un tomate cuando te habló en la fiesta de fin de curso.

Carlos se levanta de repente. - Voy a hablar con ellas. - No, tío, no! - pero ya es tarde. Carlos ya está en su mesa con esa confianza que le caracteriza.

Le vemos gesticular y señalar hacia nosotros. Las chicas se ríen. Laura nos saluda con la mano y no tenemos más remedio que acercarnos.

- Hola - dice Laura- . Qué tal el verano? - Bien, aquí andamos - responde Miguel- . Vosotras qué hacéis? - Hemos quedado para ir de compras al centro. Han abierto una tienda nueva de ropa en la calle Mayor - explica Sara mirándome directamente. Siento que me arden las orejas.

Nos quedamos charlando un rato. Resulta que van a ir esta noche al cine también, pero a ver "Pocahontas".

- Nosotros vamos a ver Braveheart - dice Javi. - Qué violenta, no? - arruga la nariz Laura. - Es histórica - defiendo yo- . De William Wallace y la independencia de Escocia. - Pues nosotras preferimos Disney - Sara sonríe- . Aunque luego podríamos coincidir en algún sitio. Vais a ir al Molly's?

Mi corazón se acelera. - Sí, seguramente. - Pues igual nos vemos - dice mientras se levantan- . Venga, chicas, que cierra todo a las cinco.

Se van dejando una estela de colonia dulce. Nos quedamos mirándonos unos a otros.

- Tío, Sara te ha tirado los tejos pero bien - Carlos me da una palmada en la espalda. - Qué dices, solo estaba siendo amable. - Amable mis cojones. Esta noche te la ligas seguro.

Pago mi parte - trescientas pesetas - y decidimos movernos. Son ya las tres y media y quiero pillar la tienda de discos abierta. Nos separamos quedando en vernos a las nueve en la puerta del cine.

La tienda de discos está en una calleja estrecha del centro. "Rebel Music" se llama, con las paredes forradas de pósters de grupos. El dueño, un tío con rastas que todos llamamos Rasta aunque su nombre real es José, está poniendo un vinilo de Bob Marley. El local huele a incienso.

- Qué pasa, colega? - me saluda. - Aquí andamos. Tienes el nuevo de Radiohead? - The Bends, no? Me quedan dos copias. 2.500 pelas. - Uff, ha subido. - Es importación, tío. Merece la pena, es un discazo.

Mientras decido, empiezo a ojear las cintas vírgenes. Las TDK de 90 minutos están a 300 pesetas cada una. Hago cálculos mentales. Si compro el CD me quedo sin dinero para esta noche. Pero llevo esperando este disco semanas...

- Sabes qué? Me llevo el CD y una cinta virgen. - Buen gusto, chaval.

Salgo con mi tesoro en una bolsa de plástico. Aún tengo tiempo antes de volver a casa, así que decido pasarme por el videoclub. Antonio está colocando los VHS devueltos.

- Eh! Tienes "Entrevista con el vampiro"? - La acaban de devolver. Brad Pitt y Tom Cruise, no? Las tías están todas locas con esa peli. - Es para... mi hermana - miento. - Ya, ya. Tu hermana - se ríe- . Son 400 por día, 600 el fin de semana completo. - Me la llevo solo por hoy.

Vuelvo a casa dando un rodeo por el parque. Algunos niños juegan al fútbol con una pelota medio desinflada. En los bancos, los abuelos toman el sol hablando de sus cosas. Me siento un momento a la sombra de un árbol y saco el walkman. La cinta de Pearl Jam ya no da más de sí. La saco y la guardo en el bolsillo. Tendré que esperar a llegar a casa para escuchar el CD.

Son casi las cinco cuando llego. Mi madre está viendo "Médico de familia" en la tele del salón.

- Dónde has estado? - Por ahí, con los chicos. - Vas a comer aquí? - Ya he picado algo. Esta noche voy al cine. - No llegues muy tarde. - Mamá, tengo diecinueve años... - En mi casa, mis normas. Antes de las tres, y punto.

Subo a mi habitación. Las paredes están forradas de pósters - Soundgarden, Oasis, Héroes del Silencio, y uno enorme de Uma Thurman en Pulp Fiction. Pongo el CD de Radiohead en mi minicadena Pioneer, regalo de mi decimoctavo cumpleaños. Los primeros acordes de "Planet Telex" llenan la habitación. Me tumbo en la cama con los ojos cerrados, dejándome llevar.

Me quedo dormido sin darme cuenta. Cuando me despierto, son las siete y media. Mierda. Me ducho rápido, me pongo unos vaqueros limpios y mi mejor camiseta - una negra con el logo de los Stone Temple Pilots que me traje de Madrid. Un poco de colonia Caballero de Jesús del Pozo que me regaló mi abuela. Cojo mil pesetas del cajón donde guardo mis ahorros, por si acaso.

Bajo corriendo. Mi hermana pequeña está en el salón viendo "Sailor Moon".

- Vas a ver a Sara? - me pincha. - Cómo sabes tú...? - Laura es amiga de Marta de mi clase. Se entera de todo - se ríe. - Eres una cotilla. - Y tú un enamorado. "Ay, Sara, qué guapa estás" - me imita poniendo voz de pito. - Cállate, enana.

Salgo dando un portazo. La noche está empezando a caer y el aire es más fresco. Las calles se van llenando de gente. Grupos de chavales como nosotros, parejas cogidas de la mano, familias enteras paseando.

El cine Príncipe está en la plaza principal. La cola para las entradas da la vuelta a la esquina. Mis amigos ya están allí.

- Por fin llegas, capullo - me saluda Miguel. - Hay cola de la hostia - observo. - Normal, tío. Sábado noche y solo hay dos cines en todo el pueblo - dice Carlos.

Mientras esperamos, vemos pasar a medio pueblo. Ahí van los pijos del barrio alto con sus polos Lacoste. Por allí, los heavies con sus melenas y camisetas de Iron Maiden. Y sí, allí están Laura, Sara y sus amigas, en la cola de la otra película.

Sara me ve y me saluda con la mano. Lleva un vestido de flores que le queda... joder, le queda perfecto.

- Ve a hablar con ella - me empuja Javi. - Ahora? En medio de toda esta gente? - Y cuándo si no?

Respiro hondo y cruzo la plaza. Sara se separa un poco de su grupo.

- Hola - digo con la voz más casual que puedo. - Hola. Mucha cola? - Sí, bastante. Vosotras? - También. Pero ya queda poco.

Nos quedamos en silencio un momento. La gente pasa a nuestro alrededor.

- Oye - digo finalmente- . Luego en el Molly's... me dejas invitarte a algo? Sara sonríe. - Vale. Pero yo elijo la canción en la gramola. - Hecho.

Vuelvo con mis amigos con una sonrisa de idiota. La noche promete más que el día.

La película es brutal. Mel Gibson a lo bestia, batallas épicas, y esa escena final que te deja mal cuerpo. Cuando salimos del cine, todavía estamos comentando la ejecución.

- Joder, cuando grita "Libertad!" - dice Miguel sacudiendo la cabeza. - Sí, tío, pero la historia real no fue exactamente así - comenta Javi, que siempre tiene que hacer de listillo- . William Wallace no... - Calla, pesado, que es una peli - le corta Carlos- . Mira, ahí salen las chicas.

Efectivamente, Laura, Sara y sus amigas están saliendo de la otra sala. Algunas se están secando los ojos.

- Llorasteis con Pocahontas? - pregunta Carlos burlón. - Es muy bonita - defiende Laura- . La canción esa de "Colores en el viento"... - Cursilada máxima - se ríe Miguel.

Sara me mira. Lleva el pelo recogido en una coleta alta y unos pendientes de aros plateados que brillan bajo las farolas.

- Vamos ya al Molly's? - pregunto intentando sonar casual. - Vamos primero a dar una vuelta - propone Laura- . Total, hasta las doce aquello está muerto.

Formamos un grupo extraño caminando por las calles del centro. Los chicos por un lado, las chicas por otro, pero poco a poco las distancias se van acortando. Pasamos por delante del Telepizza que acaban de abrir hace unos meses.

- Mi primo trabaja ahí - dice una de las amigas de Laura- . Dice que es un curro de mierda pero que se liga cantidad. - Normal, con la moto y la gorra esa tan ridícula - bromea Carlos.

Paramos en el parque del centro. Alguien ha traído una botella de Malibú con piña que va pasando de mano en mano. No es mi bebida favorita, pero cuando Sara me la pasa y sus dedos rozan los míos, podría ser aguarrás y me daría igual.

- Te gustó el disco que compraste? - me pregunta sentándose en el respaldo del banco, a mi lado. - Cómo sabes que compré un disco? - Te vi salir de Rebel Music con una bolsa - sonríe- . Soy observadora. - The Bends de Radiohead. Los conoces? - Algo. Mi hermano mayor tiene el anterior, el Pablo Honey. Me gusta esa de "Creep". - Este es mejor. Mucho mejor. Si quieres te lo puedo grabar. - En serio? Me encantaría.

Javi y otra chica, Marta creo que se llama, están liados a unos metros. Carlos está haciendo el payaso subiéndose a un árbol para impresionar a no sé quién. Miguel está hablando con Laura sobre algo que les hace reír a los dos.

- Mi madre me mata si llego después de las tres - dice Sara de repente. - La mía igual. Bueno, me echa la bronca pero tampoco me mata - respondo. - Es que soy la pequeña. Mi hermano puede llegar a las tantas pero yo... - hace un gesto de resignación. - Cuántos años tienes? - pregunto aunque ya lo sé. - Dieciocho. Los cumplí en marzo. - Yo hago los veinte en octubre. - Qué mayor - se burla.

Son casi las doce cuando llegamos al Molly's. La música se oye desde la calle - están poniendo "Song 2" de Blur. El portero, un armario empotrado que todos conocemos como el Oso, nos mira de arriba abajo.

- Las chicas gratis hasta la una. Los chicos, quinientas - gruñe. - Venga, Oso, somos clientes habituales - protesta Carlos. - Y una mierda. Quinientas o a tomar viento.

Pagamos resignados y entramos. El local está a reventar. Humo de tabaco tan denso que apenas se ve el fondo. La barra está sitiada por tres filas de gente intentando pedir. En la pista, algunas parejas bailan mientras suena "Wonderwall" de Oasis.

- Voy a pedir! - le grito a Sara al oído- . Qué quieres? - Un Malibú con piña! - Qué original! - me río.

Tardo quince minutos en conseguir las bebidas. Dos Malibús con piña, mil doscientas pesetas. A este ritmo, no llego a fin de mes. Cuando vuelvo, Sara está hablando con un tío que no conozco. Alto, rubio, con pinta de ir a la privada.

- Ah, aquí está - dice Sara cogiendo su copa- . Rodrigo, este es... - Nos conocemos - dice el tal Rodrigo mirándome con superioridad- . Del instituto, no? Tú eras de los del patio trasero.

Los del patio trasero. Así nos llamaban los pijos a los que no éramos del barrio alto.

- Sí, y tú eras de los que llevaban el bocadillo en táper - respondo.

Sara se ríe. Rodrigo no.

- Bueno, me voy con mis amigos - dice él- . Sara, lo del próximo sábado sigue en pie, no? - Ya veremos - dice ella sin comprometerse.

Se va y Sara me mira con una sonrisa traviesa.

- Celoso? - De ese pijo? Para nada. - Es vecino. Nuestras madres son amigas y siempre intentan... ya sabes. - Ah.

"Zombie" de The Cranberries empieza a sonar. Sara me coge de la mano.

- Me encanta esta canción! Vamos a bailar!

La pista está hasta arriba pero encontramos un hueco. Sara baila con los ojos cerrados, moviéndose al ritmo de la batería. Yo intento seguirle el ritmo sin parecer muy patoso. Cuando llega el estribillo, toda la pista canta "In your head, in your head, zombie, zombie, zombie..."

La canción termina y empieza "Closer" de Nine Inch Nails. Demasiado oscura para el momento.

- Salimos fuera? - propongo- . Aquí no se puede respirar.

En la terraza trasera del Molly's hace más fresco. Hay menos gente y se puede hablar sin gritar. Nos sentamos en un murete apartado. Sara saca un paquete de Fortuna Light.

- Fumas? - A veces - miento. No fumo casi nunca, pero acepto uno.

- Qué vas a hacer cuando acabes el verano? - me pregunta dando una calada. - Empiezo segundo de Económicas en la Complutense. Me toca irme a Madrid otra vez. - Qué suerte. Yo empiezo Magisterio aquí. No me dejaron irme fuera. - Tampoco está mal. Aquí tienes a tu gente. - Sí, pero... no sé, me gustaría ver mundo, sabes? Conocer gente nueva, vivir sola... - Madrid no es tan especial. Mi piso compartido es una mierda y como mucho macarrones con tomate día sí, día también. - Pero eres libre - dice mirándome a los ojos- . Puedes hacer lo que quieras. - Más o menos. También hay clases, exámenes... - Pero no tienes a tu madre preguntando dónde vas, con quién, a qué hora vuelves...

Miguel aparece de repente por la puerta.

- Eh, tortolitos! Están poniendo "Los Rodríguez". Venís?

Dentro, efectivamente, suena "Sin documentos". La pista se ha convertido en un coro desafinado. Carlos está subido a una tarima haciendo el gilipollas, como siempre. Javi sigue con Marta, ahora más acaramelados. Laura baila con un grupo de amigas.

Sara y yo nos quedamos en la barra. Pido dos cervezas - más baratas que los combinados.

- Dijiste que yo elegía la canción de la gramola - me recuerda Sara. - Cierto. Vamos.

La gramola está en una esquina, brillando con sus luces de neón. Sara estudia la lista de canciones con concentración. Mete veinticinco pesetas y marca B-7.

- Cuál has puesto? - Sorpresa.

Volvemos con los demás. Pasan tres canciones hasta que empieza a sonar "Don't Look Back in Anger" de Oasis. Sara me mira con una sonrisa.

- Esta me encanta. - A mí también.

Y entonces, sin pensarlo, la beso. Ahí, en medio del Molly's, con Liam Gallagher cantando "So Sally can wait" y el sabor a Malibú con piña en sus labios. Por un momento, el mundo se para.

Cuando nos separamos, está sonriendo.

- Ya era hora - dice.

Son las dos y media cuando decidimos irnos. Sara tiene que estar en casa antes de las tres y vive en la otra punta del pueblo.

- Te acompaño - digo. - No hace falta... - Quiero hacerlo.

Nos despedimos del grupo. Carlos me guiña un ojo. Javi levanta el pulgar. Miguel simplemente sonríe.

Caminamos por las calles vacías. Algunos borrachos cantan en la plaza. Un coche pasa con la música a tope - suena "El 28" de La Cabra Mecánica.

- Ha sido una noche genial - dice Sara cogida de mi brazo. - Sí. - Me grabarás el disco de Radiohead? - Claro. Te lo llevo el lunes. - El lunes? No nos veremos mañana? - Quieres? - Podríamos ir a tomar algo por la tarde. Algo tranquilo. - Perfecto.

Llegamos a su portal. Es un edificio de esos nuevos, con portero automático y jardín interior.

- Bueno... - Bueno...

Nos besamos otra vez. Más despacio esta vez, sin prisa.

- Llámame mañana - dice- . Después de comer. - Lo haré. - El teléfono es el 58 73 42. - 58 73 42 - repito memorizando.

Sube corriendo las escaleras. Yo me quedo ahí parado como un idiota hasta que se enciende una luz en el tercer piso y Sara se asoma a la ventana para decirme adiós con la mano.

El camino a casa se me hace corto. Voy tarareando canciones, con las manos en los bolsillos y una sonrisa que no se me quita ni con agua caliente.

Cuando llego a mi portal, son las tres y cuarto. Mi madre me va a echar la bronca, pero me da exactamente igual. Entro con cuidado, pero el televisor sigue encendido en el salón. Mi padre está dormido en el sofá con el mando en la mano. En la tele están poniendo una peli en blanco y negro.

Subo a mi habitación sin hacer ruido. Me quito la ropa que huele a humo y a su colonia. Me tumbo en la cama mirando al techo, donde tengo pegadas estrellas fosforescentes desde que era crío.

Mañana la llamaré. Iremos a tomar algo. Le grabaré el disco. Puede que esto sea el principio de algo. O puede que no. Pero ahora mismo, en este momento, todo es perfecto.

El walkman está en la mesilla. Le pongo las pilas nuevas que compré y meto la cinta virgen. Mañana empezaré a grabar esa recopilación. Pondré "Don't Look Back in Anger", claro. Y "Zombie". Y algo de Radiohead. Y...

Me duermo pensando en canciones y en el sabor a Malibú con piña.

Me despierto con el sol dándome en la cara. Alguien ha abierto las persianas. Mi madre, seguro.

- Son las doce y media, dormilón - dice desde la puerta- . El desayuno está en la cocina. O la comida, a estas horas.

Me incorporo aturdido. La cabeza me duele un poco - no bebí tanto, pero la mezcla de cerveza y Malibú no fue buena idea. En el suelo está la ropa de anoche. Todavía huele a tabaco y a su perfume.

58 73 42. El número sigue en mi cabeza.

Bajo a la cocina en pijama. Mi hermana está viendo "Campeones" de Oliver y Benji en la tele del salón, con el volumen a tope.

- Baja eso! - grito. - Estás de mal humor porque llegaste tardísimo! - responde sin bajar el volumen.

Mi madre ha dejado café caliente y magdalenas. El domingo es el único día que desayunamos magdalenas, de la panadería de la esquina. Me sirvo una taza enorme y me siento a hojear el periódico que mi padre ha dejado abierto. En la portada hablan de los GAL y de Felipe González. Paso directamente a los deportes. El Real Madrid perdió ayer. Bien.

Son casi las dos cuando me ducho y me visto. Pantalón de chándal y camiseta vieja - los domingos no hay que impresionar a nadie. Bueno, hoy sí, pero eso es por la tarde.

Me siento en mi habitación con la minicadena y empiezo a preparar la cinta. Lado A, primera canción: "Don't Look Back in Anger". La pongo desde el CD single que compré hace meses. Hay que calcular bien los silencios entre canciones. Demasiado corto y parece precipitado, demasiado largo y parece que la cinta se ha acabado.

Segunda canción: "Fake Plastic Trees" del disco nuevo de Radiohead. Tercera: "Black" de Pearl Jam, del Ten. Esa le va a encantar.

Mi madre me llama a comer. Paella de domingo, tradición sagrada. Mi padre cuenta algo del trabajo mientras comemos. Mi hermana protesta porque no la dejan ir al concierto de Take That en Madrid.

- Tienes catorce años - dice mi madre. - Casi quince! - Cuando tengas dieciocho, como tu hermano. - Para entonces ya no existirán - se lamenta dramática.

Me río. Si supiera que Robbie Williams se va a ir del grupo el año que viene...

A las cuatro y media, cuando calculo que habrán terminado de comer, bajo al teléfono del pasillo. Marco el número despacio. 58 73 42. Un tono. Dos. Tres.

- Sí? - una voz de hombre mayor. - Buenas tardes. Está Sara? - De parte? - Un amigo. Del instituto - improviso. - Sara! Teléfono! - grita.

Escucho pasos. Murmullos.

- Sí? - Hola. Soy yo. - Hola! Pensaba que no ibas a llamar. - Dije que lo haría. - Ya, pero... da igual. Qué hacemos? - Te apetece ir a dar una vuelta? O tomar algo en el Café Central? - El Central. A las seis? - Perfecto.

Cuelgo y subo corriendo a terminar la cinta. Lado B: "Creep" de Radiohead (aunque sea del disco anterior), "Linger" de The Cranberries, "Today" de Smashing Pumpkins, "Lucky Man" de The Verve...

A las cinco y media me pongo unos vaqueros decentes y una camisa. Me echo colonia. Demasiada. Abro la ventana para que se airee un poco.

- Dónde vas tan arreglado? - pregunta mi madre. - A tomar algo con los chicos. - Los chicos? - mi hermana se asoma sonriendo- . Los chicos se llaman Sara? - Cállate! - Ten cuidado - dice mi madre, pero está sonriendo.

El Café Central está en la plaza Mayor. Es donde van los domingos las familias bien, las parejas de novios formales y los abuelos a jugar al dominó. No es el Molly's, pero para una tarde de domingo está bien.

Sara ya está allí cuando llego. Sentada en una mesa junto a la ventana, con un vestido azul marino y el pelo suelto. Se ha pintado los labios de un rosa pálido. Está preciosa.

- Llegas tarde - dice sonriendo. - Cinco minutos. - Siete.

El camarero, un señor mayor con pajarita que lleva allí desde que el mundo es mundo, se acerca.

- Qué van a tomar los jóvenes? - Un cortado - pido. - Un ColaCao - dice Sara.

El camarero se aleja y nos quedamos mirándonos. La luz de la tarde entra por la ventana y le da un tono dorado a todo.

- Tengo algo para ti - digo sacando la cinta del bolsillo. - Ya la has hecho? Qué rápido! - Tenía tiempo libre.

Mira la carátula que he hecho. He escrito todas las canciones con mi mejor letra y he dibujado algo que pretende ser una guitarra.

- Es perfecta. La escucharé esta noche. - Hay una canción... la cuarta del lado A, "Black" de Pearl Jam. Escucha bien la letra. - Lo haré - se sonroja un poco.

Hablamos de todo y de nada. Me cuenta que quiere ser profesora de primaria, que le encantan los niños. Yo le hablo de Madrid, de la facultad, de lo difícil que es la econometría.

- Suena horrible - se ríe. - Lo es.

A las ocho decidimos dar una vuelta. El pueblo entero parece estar en la calle. Familias paseando, grupos de chavales en las esquinas, parejas como nosotros.

Pasamos por delante del videoclub. Está cerrado, claro, es domingo.

- Te gusta el cine? - pregunto. - Me encanta. Voy casi todas las semanas. - Cuál es tu película favorita? - No te rías... "Ghost". - La de Patrick Swayze? - Es romántica. - Es cursi - me burlo. - No lo es! Bueno, un poco. La tuya? - "Reservoir Dogs". - No la he visto. - La tengo en VHS. Te la puedo dejar. - No es muy violenta? - Un poco. Pero es brillante.

Llegamos al parque. Los niños ya se han ido y solo quedan algunas parejas en los bancos. Nos sentamos en el mismo donde estuvimos anoche, pero ahora estamos solos.

- El viernes me voy a la playa - dice de repente- . Con mis padres. Dos semanas en Santander. - Ah.

Se me cae el alma a los pies. Dos semanas. Y luego yo me iré a Madrid a principios de septiembre.

- Podríamos escribirnos - dice- . Cartas, quiero decir. - Sí, claro. - Y cuando vuelva todavía quedará tiempo antes de que te vayas. - Un par de semanas. - Mejor que nada.

La beso. El parque está casi vacío y la luz del atardecer lo tiñe todo de naranja. Un vecino pasa con su perro y carraspa, pero nos da igual.

- Tengo que irme - dice cuando nos separamos- . Los domingos cenamos pronto. - Te acompaño. - No, mejor no. Si mi padre nos ve juntos empezará el interrogatorio. - Tan malo es? - Es... protector. Ya le conocerás. Cuando estemos más... cuando esto sea más... - Formal? - Sí - se ríe nerviosa- . Aunque suene antiguo.

Nos despedimos con otro beso, rápido esta vez. La veo alejarse y me quedo en el banco un rato más. Enciendo un cigarro del paquete que me dejé anoche en el bolsillo. El humo sube recto en el aire quieto de la tarde.

Cuando llego a casa, mis amigos han llamado. Van a ir a jugar un partidillo de fútbol sala al polideportivo. Cojo las zapatillas y me uno a ellos.

- Qué tal con Sara? - pregunta Miguel mientras nos cambiamos. - Bien. - Solo bien? - Muy bien. - Joder, qué hermético - se queja Carlos- . Suelta detalles. - No hay detalles. Tomamos café, paseamos... - Qué aburrido - dice Javi- . Marta y yo ayer... - Nadie quiere saber qué hiciste con Marta - le corta Miguel.

Jugamos hasta que cierran el polideportivo. Sudo como un cerdo y me duelen las piernas, pero me viene bien para despejar la cabeza. Ganamos 7-5, con dos goles míos.

Llegó a casa a las diez. Mi madre ha dejado la cena en la cocina - tortilla francesa y ensalada. Me la como viendo "Farmacia de Guardia" con mi familia. Mi hermana llora cuando le pasa algo malo a Lourdes. Mi padre se queja de que siempre ponen lo mismo.

A las once subo a mi habitación. Pongo el Ten de Pearl Jam bajito y me tumbo en la cama. Pienso en Sara escuchando la cinta ahora mismo. Pienso en las dos semanas que se va a ir. Pienso en Madrid.

El walkman está en la mesilla, con una cinta a medio escuchar dentro. La saco. Es un mix que me hizo Carlos hace meses. La guardo en el cajón con las demás. Tengo decenas - intercambiamos cintas constantemente. Es nuestra forma de compartir música, de decir cosas sin decirlas.

Mañana es lunes. No tengo nada que hacer especial. Quizás vaya a la biblioteca a coger algún libro para el verano. Quizás quede con los chicos. Quizás Sara me llame después de escuchar la cinta.

El verano del 95 acaba de empezar.