Se huele en el aire, este gobierno está a un tris de perder las próximas elecciones, a pesar de una más que decente gestión en medio de las turbulencias de epidemias, guerras y crisis, Hay varias razones, pero elijo hablar ahora solo de una de ellas: la izquierda trata de seducir votantes en su campañas con valores de la propia izquierda, dando por obvio que la apelación a esos valores es un movilizador irresistible de votos. Sin embargo una gran masa de votantes no se plantea su elección en función de valores abstractos por muy universales e intelectualmente indiscutibles puedan parecernos. Apelar al miedo a Vox, al fascismo, tiene sentido para movilizar el voto de quien en todo caso ya iba a votar a la izquierda o al menos al PSOE.Lar ideología como elección personal es una costumbre en desuso entre las nuevas generaciones que se encontraron la democracia ya fabricada. Apelar a ella es por tanto un esfuerzo que apenas generará rendimientos electorales.
Otro caso: la insistencia en utilizar el feminismo como eje central, como piedra angular pone de manifiesto cierta fragilidad. Ciertamente que para la derecha es un flanco débil, con los reaccionarios de Vox exponiendo públicamente sus vergüenzas , pero esta centralidad del feminismo y los derechos LGTBI , año tras año, campaña tras campaña sugiere la falta de otras ideas -fuerza que pueda acompañarla. En una entrevista reciente hasta el presidente del gobierno ha manifestado que esta sobreexplotación del recurso a cierto feminismo puede tener, como las malas dietas, efecto rebote.
El problema de la izquierda es, pues, que anda más carente de ideas de lo que ella misma, intelectualmente tan pagada de sí misma, cree. Porque se aferran a fórmulas que sólo son eficaces en su propios convencidos. Difícil arañar esos cientos de miles de votos nuevos que aseguran decenas de diputados.
Esa izquierda que se sitúa más allá del PSOE, desconoce la sociología secreta, inconsciente, del votante de clase media, o para ser exactos, que se cree de clase media. Me dirá algún lector que la clase media en realidad no existe. Como intenté explicar en este artículo :
exista materialmente o no , eso da igual. Políticamente es un concepto eficaz, que gana elecciones y en lo que importa, por tanto, opera, es fuerte. diferencia de la desaparecida clase obrera. La distancia entre lo que se es y lo que cree cada uno que es no afecta al voto hasta que la realidad (la mala suerte, una decisión errónea o la lógica de la extracción de renta de tu empresa) decide estamparte en la cara esa diferencia, y eso puede tardar o no suceder nunca. No cuente la izquierda que el que se cree de clase media se descabalgue fácilmente de su deseo, de esa conciencia de clase, falsa o no.
La izquierda, en fin, no conoce la sociedad que quiere representar. La sociedad capitalista no consiste solo en leyes y negocios, también determina deseos , formas de interpretar el mundo, en ese plano micro de cada ser individual que, en algún momento, tomará la decisión de a quién votar. Esta forma de ver y leer el mundo en una sociedad capitalista desde la escuela se puede resumir en una frase. En la que señala Jorge Dioni en su nuevo libro «El malestar de las ciudades» (Ed. Arpa) » la capacidad de segregarse proprociona capital social»
La segregación o la distinción es el motor simbólico y material de la sociedad de consumo. Desde el colegio que eligen tus padres para ti (el mejor que se puedan permitir) el barrio en el que intentas vivir, el trabajo que quieres conseguir, el consumo que te puedes pagar, estamos bañados, instilados hasta en lo más profundo por la necesidad y el gusto por la distinción. Si puedes elegir lo de arriba, lo mejor, lo excelente, lo harás; ya sea un colegio, unas vacaciones o una vivienda, y en el capitalismo eso tiene una traducción monetaria inmediata: oferta y demanda. La segregación entre lo de arriba y lo de abajo, lo de aquí y lo de otro lugar, lo mejor y lo menos bueno es creadora de valor. Como en la electricidad básica, la distancia entre ánodo y cátodo, entre un bien y otro bien determina el potencial. La eliminación de esa distancia lo destruye. La ética del esfuerzo, del trabajo de miles de hombres y mujeres todos los días, se alimenta de esto tan obvio: Lucho para tener lo mejor para mi, y entonces lo mereceré. Utilizaré mi tiempo y mis habilidades por cambiar a esa urbanización con piscina, o si es posible a ese chaletito de las afueras, con vistas y buenos vecinos que se parezcan a lo que debemos ser.
Para el consumidor/trabajador la segregación es creadora de valor. La segregación . espacial, de medios, de propiedad, la antropología del hombre pos-neoliberal está empapada hasta el tuétano de ello. Y su reflejo en la política es sencillo, para este consumidor adicto a las diferencias la derecha protege la separación, la izquierda lo anula, luego la izquierda es destructora de valor. Esto es fundamental. Por eso pierde a las clases medias. Si hay algo en lo que nos educamos, en lo que estamos empapados es en esta verdad. Como el agua para el pez no nos damos cuenta de que está en todas partes y de que determina lo que pensamos.
Si la izquierda da ayudas sociales para reducir la desigualdad, este jugador innato en el tablero de las diferencias se siente estafado. La incomodidad se manifiesta en las quejas por las “paguitas”, temen que estas políticas reduzcan la separación. Igualan, eliminan distancias y por tanto su posición de relativa riqueza pierde valor. Porque la riqueza del gran capital, la de verdad, la que posee ese uno por ciento del mundo está demasiado lejos. El desagrado se produce ante la amenaza imaginada a su posición relativa en el tablero que ve todos los días.
Lo importante para ellos no es por tanto quién está en posesión de los medios de producción, ( esto ya se juega en otra liga que se ha escapado de la órbita de lo cotidiano, de lo vivido) sino el diferencial con los otros. La retórica de obreros versus burgueses no funciona, desde hace muchos decenios. Amancio Ortega es un unicornio, los del barrio de al lado, no.
Lo que se teme es la pérdida de valor de lo que poco o mucho que se ha obtenido; no importa que unos pocos, tan distantes, tengan infinitamente más.
La cuestión nacional, el fervor actual por la bandera es otro síntoma del mismo temor. Lo que manifiesta el rechazo visceral al independentismo catalán y a ciertos discursos comprensivos con sus demandas por parte de la nueva izquierda es la rabia por la pérdida de valor del elemento simbólico, España. Si se perdiera Cataluña mis hijos heredan un bienque yo recibí, España, devaluado, reducido en su valor.
Las ultraderechas han olfateado perfectamente esta preocupación y han hurgado en esas emociones. Han construido sus campañas desde mentiras o exageraciones , pero funcionan porque en sus raíces inconscientes esas ideas falsas conectaban con temores reales: las “paguitas”, los menas , los okupas, analizando con el dato estadístico no se sostienen , su fuerza proviene pues, de este otro lado psicológico, emotivo.
Es curioso que desde la izquierda siempre se ha lamentado la escasa politización de lo que en un tiempo se llamó la mayoría silenciosa. Paradójicamente esta politización de los silenciosos en los últimos tiempos parece haberse conseguido en primer lugar por la derecha y la extrema derecha, gracias, es verdad, a la incesante labor de unos medios en manos de empresarios que, quien lo iba a imaginar, no son precisamente de izquierdas. Pero también porque esta semilla ultraderechista ha podido arraigar en este inconsciente colectivo criado en la diferenciación como fuente de valor.
¿Cómo puede construir pues la izquierda una invocación que movilice el voto a su favor en esta situación ? Parece difícil, es como intentar ganar un partido de baloncesto en un campo en el que los jugadores solo conocen las del fútbol Se trataría de proponer aumentar el valor de las vidas materiales de cada uno sin que esa valoración pase por una degradación del valor de la vida de los otros. Enriquecer la vida propia sin empobrecer la ajena. Creo que un intento de respuesta en esta dirección lo ha intentado dar Iñigo Errejón y su partido, en sus líneas de campaña: la lucha por el derecho a la salud mental, por la semana laboral de cuatro días, por los derechos de los becarios, etc: se trataría de añadir, sumar valor en forma de calidad de vida allí donde ahora está empobrecida por el malestar y el sobretrabajo. Los resultados de las pasadas elecciones parecen indicar que esto, sin embargo, no basta. Los valores de la izquierda tienen que nadar en un mundo de tierra, o volar en un entorno tan denso como el agua. Yo no tengo la respuesta, pero al menos creo que hago una pregunta pertinente.
Comentarios
Lo primero, buen artículo.
El análisis que yo hago es más simple: si hay gente que decididamente va a votar a un partido cuyo programa político (si es que se le puede llamar así) es básicamente recortar derechos conquistados y más que aceptados por la sociedad, pues poco se puede hacer. Es gente que no va a cambiar nunca de voto pase lo que pase. Y seguramente mucha de esa gente se ha visto beneficiada por la subida del SMI o los ERTE en su momento.
Recordemos que en 2015, después de 4 años de unos recortes absolutamente brutales, el PP vuelve a ganar las elecciones con más de 7 millones de votos y casi un 30% de los votos.
Ahora, además, tenemos que añadir unos medios de comunicación que van a cara destapada con un nivel de manipulación nunca antes visto. Yo hace tiempo que perdí toda esperanza de que España cambiase profundamente.
#6 No estoy del todo de acuerdo, aunque si en algo tienes razón es que los votantes son los que son y no los puedes cambiar. A lo mejor no tiene sentido desgastarse por ejemplo en temas como independentismo o republicanismo, por decir alguno, cuando puedes centrarte en las cosas que sí puedes conseguir.
En fin, si digo que no estoy de acuerdo es más bien porque siento que ese discurso más bien es simplemente una negación de las cosas que se han podido hacer mal. Es fácil decir que la culpa es de los demás, los otros manipulan, son peores, y aún así no me quieren. No digo que tu comentario diga eso, más bien que me recuerda a ese discurso.
#0 Buen (y extenso ) artículo.
Pero me quedo con una frase (de tantas que hay para comentar...)
"Si la izquierda da ayudas sociales para reducir la desigualdad, este jugador innato en el tablero de las diferencias se siente estafado."
Ahí reside el problema precisamente.
Se dan ayudas sociales. El actual gobierno es el más social de toda la historia. Pero resulta que nos encontramos con noticias como esta:
España, cuarto país de la Unión Europea con más personas en situación de pobreza o exclusión social
https://www.eapn.es/actualidad/1630/espana-cuarto-pais-de-la-union-europea-con-mas-personas-en-situacion-pobreza-o-exclusion-social
O noticias como esta:
España, entre los países de OCDE con más caída de los salarios reales en 2022
https://www.publico.es/economia/espana-paises-ocde-caida-salarios-reales-2022.html
Es contradictorio por sí mismo.
Hace preguntar, adónde van esas ayudas. O qué propósito tienen si una gran parte de la sociedad ve su salario menos productivo o su "riesgo de pobreza" se ve incrementado.
No acuden a estas preguntas. Entonces los afectados, supuestamente electorado nicho de las izquierdas, no verán el actual gobierno como el verdadero salvador.
Es como si las medidas adoptadas, no llegaran realmente a quién deben llegar. Limitándose la implementación de estas medidas a meras campañas electorales o partidistas.
Pocos divorciados o los que ven las barbas de su vecino remojar... entre 18 y 99 años van a cambiar su voto y son muchos. Solo por el temor a de que alguna ley pueda perjudicarlos (con o sin motivos). Eso es así, hay mucho rencor en esos casos y es contagioso por camaradería o gilipollez, en eso no me meto.
*ed: y eso Independiente de su sentido de voto en anteriores.
Como dijo alguien, es el sindrome de doña clotilde (del chavo del ocho).
La viuda misera y pauperrima que no tiene nada salvo una pension de hambre, pero se cree no solo mejor que los otros que tampoco tienen nada sino que ademas de despreciarles tiene miedo de que sus aspiraciones le quiten ese nada que tiene. El lobo esta fuera del edificio, pero le dejara entrar porque ve como enemigos a las ovejas de su misma granja.
¿Pero como convences a doña clotilde de que deje de tirar mierda y odio hacia sus vecinos para que todos vivan mejor?
#1 "¿Pero como convences a doña clotilde de que deje de tirar mierda y odio hacia sus vecinos para que todos vivan mejor?"
Dejando que el lobo se coma primero a doña Clotilde... Cuando se llega a un punto de sinrazon, lo mejor es que los lobos terminen comiendo primero la carne de los aspiraciones como doña Clotilde. Entonces puede que alguna otra doña Clotilde despierte y se le pongan los huevos de corbata y cambie la situación. Mientras se siga intentando frenar al lobo para que vaya poco a poco subiendo de piso comiendose a los vecinos de cada planta lentamente, al final el edificio quedara comido por el lobo. Lo mejor ante esto es poner en la primera planta a todass las doña Clotildes y que empiece la fiesta...
#2 Los lobos no hacen distingos.
#1 Te refieres a Doña Florinda, la mamá de Quico.
Doña Clotilde era la Bruja del 71, interpretada por una ex guerrillera española exiliada tras la guerra civil.
Me ha gustado la parte de Erregón al final, pero la veo entre los comunes cómo una pequeña utopía o algo más lejano, una especie de paso final en vez de enfocarse en los pasos que hay que dar ahora.
Por lo que oigo en los bares, mi impresión es que, fundamentalmente en relación a la gente de cierta edad y con hijos/nietos, la derecha lo tiene bastante fácil recurriendo a un argumento contundente que viene a ser del siguiente:
"La izquierda dice defender a los más débiles pero en relación a las generaciones futuras lo que hace es engordar la deuda pública practicando el dicho de que "el que venga detrás que arree".
Solo habláis de voto y no de construir una sociedad *socialista que haga viable la (inevitable) transición ecológica. Es que será eso o el **ecofascismo. No habrá mucho más donde elegir en la sociedad que nos viene. Porque no sé qué creeis que va a pasar cuando el ecosistema en el que viven 1000 millones de seres humanos sea inhabitable. ¿Más bares?
*Pónganle el apellido que prefieran: ecosocialista, socialista democrático, confederalista, economía planificada, anarquismo, estado sindical, comunismo de catástrofe... sea como sea hay que intervenir decididamente y hacer medidas de utilidad pública por encima del mercado
**Liquidación de cierta parte de la sociedad para que el resto (yen especial los que tienen el poder) puedan prosperar unos añitos más
"La segregación o la distinción es el motor simbólico y material de la sociedad de consumo".
"Si se perdiera Cataluña mis hijos heredan un bien que yo recibí, España, devaluado, reducido en su valor"
"la insistencia en utilizar el feminismo como eje central, como piedra angular pone de manifiesto cierta fragilidad"
"Amancio Ortega es un unicornio, los del barrio de al lado, no."
Buenas frases que nos hacen reflexionar. Enhorabuena por el artículo.
Sin embargo, el problema insoluble para que gane la izquierda, es que cuanto menos dinero, menos se vota, y cuanto más dinero, menos razones para que cambie algo. Los que menos tienen ven que, el sistema, gane quien gane, no va a jugar a su favor, ni tan siquiera con paguitas/subvenciones, que igualan y no se perciben como buenas, sino porque, además no cambia la circunstancia "grande", la que hace que se pueda aspirar a una vida diferente.
Votamos para cosas a corto plazo, las propuestas de fondo, "mas democracia", "sostenibilidad", "igualdad de oportunidades", están fuera de la convocatoria electoral.