Hace 5 años | Por --76276--
Publicado hace 5 años por --76276--

Comentarios

Esteban_Rosador

#0

La monarquía como forma de estado es, en su esencia, incompatible con el concepto moderno de estado democrático. La transmisión de la jefatura del estado por vía hereditaria sin mediar ningún proceso electivo se contradice con conceptos claves de un sistema democrático, como son la elección y control de los representantes del pueblo que administran y definen el rumbo ideológico del estado.

En España, la monarquía adolece de más circunstancias particulares que lastran gravemente su capacidad de ejercer de forma efectiva la jefatura del estado. La monarquía española ya fue interrumpida de forma democrática en dos ocasiones previas dando paso a sendos sistemas republicanos, y fue reinstaurada en ambas ocasiones de forma autoritaria mediante golpes de estado liderados por militares.

En el caso de la actual monarquía, su origen se sitúa en la designación de Juan Carlos I como sucesor en la jefatura del estado del dictador Franco quien, tras fracasar en su intento de golpe de estado militar para derrocar el legítimo régimen de la segunda república, provocó una guerra civil fratricida y un posterior genocidio de los defensores republicanos, tratando así de consolidar la posterior dictadura de inspiración nacionalcatólica instaurada por él mismo.

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¿No quieres monarquía? ¡Pues toma dos reyes!

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Las consecuencias de esas cesiones fueron totalmente positivas, estamos en el periodo de paz más largo de España. Es verdad que el fin no justifica los medios pero creo que hubo un cambio profundo como comentas: En libertades, en la economía, en la separación de poderes, en la recuperación de los símbolos tradicionales con tal mala fama hoy en día y en una monarquía ahora parlamentaria a la altura de las mejores monarquías europeas. Sobre los acuerdos con la Iglesia católica sería un debate largo y tendido sobre qué hubiera pasado y pasaría sin la acción social de la iglesia en estos últimos 40 años y en los siguientes, sin justificar sus privilegios y sobre todo porque un país avanza cuanto más diferenciado esté lo religioso de lo civil, respetando siempre la libertades individuales.

D

Totalmente de acuerdo pero faltaría profundizar en el proceso de la Transición y la votación de nuestra actual Constitución que careció de la épica necesaria para recordarlo como se merece, sin caer en el tópico que era eso o los militares de nuevo.

Esteban_Rosador

#2 Sobre la transición:


Pero, ¿quién cedió más? Parece evidente que el simple paso de un régimen dictatorial a uno democrático implica un elevado precio en cuanto a poder cedido por las clases dirigentes franquistas. Sin embargo, cabría preguntarse si el empecinamiento en mantener una dictadura era deseable para esos mismos dirigentes. El progreso económico pasaba invariablemente por instaurar una democracia en España. Cualquier otra opción habría sido nefasta para los negocios de la oligarquía gobernante. Incluso el propio ejército, profundamente ideologizado desde el principio de la dictadura debido a su implicación en la guerra civil, no podía ser ajeno a las inmensas posibilidades que les ofrecía el ingreso en organizaciones militares occidentales como la OTAN. En realidad, los días estaban contados para la dictadura; solo una pequeña minoría, obnubilada por la ideología franquista, estaba dispuesta a resistir los embates de los nuevos tiempos.

¿Y qué se cedió por la otra parte? Puede decirse que prácticamente todo. Primero, una ley de amnistía garantizó la impunidad de todos los crímenes de la dictadura y, consiguientemente, la permanencia en sus puestos de todo el aparato judicial, militar y policial franquista. Segundo, se mantuvieron los principales símbolos que identificaban el régimen franquista, la bandera rojigualda y el himno, la marcha real, en oposición a los de legítimo régimen republicano derribado a sangre y fuego tras el fracaso del golpe de estado fascista. Tercero, se mantuvo como jefe de estado al sucesor designado por el propio dictador, quien se convertiría en rey. Cuarto, se privilegió de forma clamorosa a la iglesia católica, activa colaboradora en el sostenimiento del franquismo durante los 40 años que duró ese régimen dictatorial. Sin ningún pudor, se aprobaron unos acuerdos con el ridículo miniestado vaticano de forma casi inmediata a la aprobación de la constitución, algo que no dejaba lugar a dudas a que su redacción había sido evidentemente anterior. Y, por si acaso, se obligaba constitucionalmente al estado a colaborar con “la iglesia católica”, algo en contradicción con la propia constitución que declaraba aconfesional (un sinónimo de laico, digan lo que digan) al estado. Un manifiesto ataque a la lógica plasmada en la máxima expresión legal del estado.

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