El 29 de noviembre tuvo lugar la primera consulta sobre nuestro modelo de estado en la universidad autónoma de Madrid. En total se celebrarán 26 referéndums en cuyas papeletas constarán dos preguntas. "¿Estás a favor de abolir la Monarquía como forma de Estado e instaurar una República?" será la primera cuestión que tengan que responder los votantes. En caso afirmativo, deberán señalar si están "a favor de la apertura de procesos constituyentes para decidir qué tipo de República".
Es lógico que los ciudadanos, y los más jóvenes, con más necesidad de replanteamientos sociales, se cuestionen el sistema en el que viven desde que lo conocen en profundidad. Lo raro sería lo contrario. Pero lo importante, y lo que nos aleja de la realidad, no es la forma de estado desgraciadamente.
Ningún sistema es perfecto. Hasta la más pura democracia depende de lo inspirado e implicado que esté el pueblo para tomar decisiones. Mejor habría que valorar indicadores como la estabilidad política, la separación de poderes, el cumplimiento de las leyes dentro de un estado de derecho, la igualdad de obligaciones y derechos de la población, el porcentaje de la clase media, la calidad de los servicios públicos, el liderazgo e innovación en el mundo, el nivel de educación, la libertad de prensa, etc. Todos estos indicadores están totalmente relacionados entre si. Y si, existen monarquías y repúblicas mejores y peores que España.
Lo normal, por supuesto, para cualquier país sería un estado republicano, pero la lógica racional casi nunca coincide con la realidad histórica por estabilidad. Los cambios no llegan cuando uno desea.
Cambiar la forma de gobierno sería una decisión de una mayoría parlamentaria, cosa muy improbable hoy en día. Yo valoro sobre todo la estabilidad política de estos 40 años de democracia. Lo que realmente hace falta es terminar con el bipartidismo inmovilista, los políticos profesionales y los que miran hacia otro lado ante los problemas de hoy en día: La precariedad laboral, las drogas, las prostitución, las apuestas, la corrupción, etc. Lo único que se es que un cambio de la forma de gobierno no garantiza de ninguna manera acabar con esos problemas.
El sistema electoral y todo lo que dependa de leyes que afecten al sistema de gobierno dependerá de los ciudadanos o de un golpe de estado, hablando mal y pronto. En Canarias, por ejemplo, con la actualización del estatuto se cambió el sistema electoral y se quitaron los aforamientos gracias a las personas que votaron a los nuevos partidos que no son inmovilistas. Son pequeños pero pasos en firme hacia una actualización de nuestro sistema democrático.
De todas formas este debate en nuestra todavía joven democracia no tiene el mismo auge en países monárquicos con mayor tradición democrática que el nuestro: Japón, Reino Unido, Bélgica, Dinamarca, España, Noruega, Holanda o Suecia. Es verdad que cada país tiene su propia realidad histórica pero creo que es otro elemento a tener en cuenta para no caer en un referéndum que puede quedarse en una rencorosa mirada al pasado, deslegitimando nuestro actual estado de derecho que tanta sangre, sudor y lágrimas costaron para reconstruirlo.
Lo que me gustaría plantear es que los jóvenes si al votar miran más por el pasado o por el futuro. Un pasado que recuerdan más los nacidos en democracia y que pasado está por la mayoría de las personas que si lo vivieron. Esos mismos mayores que se preocupan ahora por problemas reales como las pensiones, aunque también es verdad que es un problema por lo que desgraciadamente ellos mismos tienen que luchar. Factores como la natalidad, la precariedad laboral o la conciliación familiar son problemas quizás más importantes en nuestro día a día que nuestra forma de estado. Aunque todo es cuestionable, discutible y que al fin al cabo es natural y necesario.
Comentarios
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La monarquía como forma de estado es, en su esencia, incompatible con el concepto moderno de estado democrático. La transmisión de la jefatura del estado por vía hereditaria sin mediar ningún proceso electivo se contradice con conceptos claves de un sistema democrático, como son la elección y control de los representantes del pueblo que administran y definen el rumbo ideológico del estado.
En España, la monarquía adolece de más circunstancias particulares que lastran gravemente su capacidad de ejercer de forma efectiva la jefatura del estado. La monarquía española ya fue interrumpida de forma democrática en dos ocasiones previas dando paso a sendos sistemas republicanos, y fue reinstaurada en ambas ocasiones de forma autoritaria mediante golpes de estado liderados por militares.
En el caso de la actual monarquía, su origen se sitúa en la designación de Juan Carlos I como sucesor en la jefatura del estado del dictador Franco quien, tras fracasar en su intento de golpe de estado militar para derrocar el legítimo régimen de la segunda república, provocó una guerra civil fratricida y un posterior genocidio de los defensores republicanos, tratando así de consolidar la posterior dictadura de inspiración nacionalcatólica instaurada por él mismo.
Más aqui:
¿No quieres monarquía? ¡Pues toma dos reyes!
Las consecuencias de esas cesiones fueron totalmente positivas, estamos en el periodo de paz más largo de España. Es verdad que el fin no justifica los medios pero creo que hubo un cambio profundo como comentas: En libertades, en la economía, en la separación de poderes, en la recuperación de los símbolos tradicionales con tal mala fama hoy en día y en una monarquía ahora parlamentaria a la altura de las mejores monarquías europeas. Sobre los acuerdos con la Iglesia católica sería un debate largo y tendido sobre qué hubiera pasado y pasaría sin la acción social de la iglesia en estos últimos 40 años y en los siguientes, sin justificar sus privilegios y sobre todo porque un país avanza cuanto más diferenciado esté lo religioso de lo civil, respetando siempre la libertades individuales.
Totalmente de acuerdo pero faltaría profundizar en el proceso de la Transición y la votación de nuestra actual Constitución que careció de la épica necesaria para recordarlo como se merece, sin caer en el tópico que era eso o los militares de nuevo.
#2 Sobre la transición:
Pero, ¿quién cedió más? Parece evidente que el simple paso de un régimen dictatorial a uno democrático implica un elevado precio en cuanto a poder cedido por las clases dirigentes franquistas. Sin embargo, cabría preguntarse si el empecinamiento en mantener una dictadura era deseable para esos mismos dirigentes. El progreso económico pasaba invariablemente por instaurar una democracia en España. Cualquier otra opción habría sido nefasta para los negocios de la oligarquía gobernante. Incluso el propio ejército, profundamente ideologizado desde el principio de la dictadura debido a su implicación en la guerra civil, no podía ser ajeno a las inmensas posibilidades que les ofrecía el ingreso en organizaciones militares occidentales como la OTAN. En realidad, los días estaban contados para la dictadura; solo una pequeña minoría, obnubilada por la ideología franquista, estaba dispuesta a resistir los embates de los nuevos tiempos.
¿Y qué se cedió por la otra parte? Puede decirse que prácticamente todo. Primero, una ley de amnistía garantizó la impunidad de todos los crímenes de la dictadura y, consiguientemente, la permanencia en sus puestos de todo el aparato judicial, militar y policial franquista. Segundo, se mantuvieron los principales símbolos que identificaban el régimen franquista, la bandera rojigualda y el himno, la marcha real, en oposición a los de legítimo régimen republicano derribado a sangre y fuego tras el fracaso del golpe de estado fascista. Tercero, se mantuvo como jefe de estado al sucesor designado por el propio dictador, quien se convertiría en rey. Cuarto, se privilegió de forma clamorosa a la iglesia católica, activa colaboradora en el sostenimiento del franquismo durante los 40 años que duró ese régimen dictatorial. Sin ningún pudor, se aprobaron unos acuerdos con el ridículo miniestado vaticano de forma casi inmediata a la aprobación de la constitución, algo que no dejaba lugar a dudas a que su redacción había sido evidentemente anterior. Y, por si acaso, se obligaba constitucionalmente al estado a colaborar con “la iglesia católica”, algo en contradicción con la propia constitución que declaraba aconfesional (un sinónimo de laico, digan lo que digan) al estado. Un manifiesto ataque a la lógica plasmada en la máxima expresión legal del estado.
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La transición era para esto