Manual de guerrilla para ganar discusiones en Internet

Si has llegado hasta aquí buscando técnicas éticas para discutir en la red, debo advertirte: busca la salida de emergencia inmediatamente. Lo que viene a continuación es un modesto compendio de trucos infalibles que tienen el dudoso mérito de permitirte ganar discusiones sin tener razón, pero manteniendo intacta tu autoestima digital. A fin de cuentas, ¿quién necesita argumentos sólidos cuando cuenta con falacias bien pulidas?

1. La Falacia del Hombre de Paja: Qué importa lo que dices, si puedo tergiversarlo

¿Tu interlocutor tiene buenos argumentos, datos irrefutables y lógica impecable? ¡No te preocupes! Simplemente ignóralo. Toma lo que dijo, exagéralo hasta el ridículo, y replica con total indignación a esta versión caricaturesca y tergiversada. ¿Quién necesita discutir sobre su postura real cuando puedes discutir sobre la que inventaste para él?

2. Ad Hominem: La mejor defensa es el ataque (personal)

¿Por qué tomarse la molestia de rebatir argumentos complejos si puedes directamente atacar a la persona que habla? La belleza del ataque personal reside en su simpleza. ¿Tu oponente te presenta cifras y estadísticas incómodas? Responde recordando aquel día otoñal de 1998 cuando tu adversario explotó en furia y le dio una patada al perro. Claramente alguien que pierde la paciencia con un caniche no merece ser escuchado sobre economía política.

3. Llamada a la autoridad (inventada): Cuando Einstein respalda tu dieta vegana (probablemente)

Este viejo clásico nunca pasa de moda. Si te ves contra las cuerdas en un debate, recurre al peso de grandes autoridades. ¿Que no tienes ni idea si esa autoridad dijo eso? Google tampoco lo sabe, así que…vamos, adelante. Seguro que Einstein dijo algo sobre pan con aguacate o capitalismo corporativo.

4. Tu quoque: Yo estaré equivocado, ¿pero tú?… tú también.

Del latín "tú también", una falacia que permite defender tu posición señalando que tu oponente hizo algo parecido o peor en el pasado. Lo mejor: ni siquiera necesitas probar que tu propia posición es correcta, basta con mostrar que tu oponente también es imperfecto.

5. Apelación a la mayoría (falacia Ad Populum): Si todos lo creen, algo de razón tendrán. ¿Verdad? ¿verdad?

Si la mayoría que grita lo dice en redes sociales, seguro que es acertado. ¿Qué podría salir mal? Apela a la autoridad del sentido común popular: Si millones lo defienden algo han de saber. O no. ¿Qué importa?

6. Falacia circular: Tener razón porque… pues… porque sí.

Nada más bello que fundamentar tu posición en sí misma. ¿Argumentos y evidencias? Sobrevalorados. Al fin y al cabo, lo importante es mantener la coherencia... circular.

Ahora vamos a poner en práctica lo que hemos aprendido. No temáis, en los comentarios podréis atacar mi ejemplo con alguna de las falacias que hemos estudiado.

Usuario A: Sinceramente creo que deberíamos reducir los impuestos y permitir que las personas tengan mayor libertad financiera. La historia muestra que funciona bien para estimular la economía.

Usuario B: Claro que sí, ya veo hacia dónde vas… básicamente quieres eliminar por completo los hospitales y las escuelas públicas, ¿verdad? ¡Di claramente que odias a los niños y a los enfermos, así ganamos tiempo! (Hombre de paja)

Usuario A: Espera... en ningún momento dije eso. Lo que argumento es que una reducción en los impuestos puede generar más crecimiento económico. Países que lo han aplicado han tenido resultados mejores.

Usuario B: Países, argumentos, eso qué importa aquí. Además escucho eso de alguien como tú, que iba mal en matemáticas en secundaria. Créeme, no lo olvidé. ¿Y ahora quieres que confiemos en tus números mágicos sobre impuestos? (Ad hominem)

Usuario A: ¿Qué tiene que ver eso? Soy economista graduado y estoy citando estadísticas oficiales recientes...

Usuario B: Como dijo alguna vez Winston Churchill (o bueno, no estoy seguro, pero lo dijo alguien importante fijo): "aquel que no paga impuestos, cava su propia tumba social". Tú sabrás más que Churchill, claro... (Autoridad inventada)

Usuario A: ¿Estás seguro de que Churchill dijo eso?

Usuario B: ¡Todo el mundo sabe que lo dijo! ¿Acaso tratas ahora de desprestigiar a Churchill delante de todos nosotros, sólo porque te conviene para tu argumento? Típico. (Falacia Ad Populum)

Usuario A: No intento desprestigiar a nadie. Sólo intento que seamos rigurosos. Nadie quiere que desaparezcan esos servicios, sólo propongo que ayudaría fomentar ciertas libertades que…

Usuario B: Disculpa que te corte pero no dejo de recordar aquella vez que defendiste el gasto público en transporte. Ahora vienes diciendo lo contrario… Menuda coherencia tienes, amigo. (Tu Quoque)

Usuario A (ya irritado): ¡Eso no tiene nada que ver con lo que ahora digo sobre impuestos!

Usuario B (cerrando elegantemente): Mira, no quiero seguir perdiendo el tiempo contigo. Tengo razón porque esto es obvio para cualquier persona que sepa de lo que habla. Y como yo siempre hablo de cosas obvias, entonces claramente llevo razón en esto. Fin del debate. (Falacia circular)

Bien, ya lo sabes. Ahora puedes debatir (ganar discusiones, mejor dicho) por Internet cómodamente sin rozar siquiera la peligrosa cercanía con un argumento lógico genuino. Usa estas herramientas sabiamente: recuerda que nada convence tanto como la combinación imbatible de confianza ciega y razonamientos firmes basados en errores lógicos.

¿Lo mejor? Si alguien te cuestiona demasiado, sólo combínalas entre sí. Por ejemplo: un Hombre de Paja cargado con ad hominem y ligeramente decorado de apelaciones a la autoridad inventadas suele dejar a tus oponentes expuestos, confusos e indignados.

Y, si aún así pierdes, siempre te queda recurrir al último recurso clásico discutidor online: declarar que estás siendo censurado injustamente por tus ideales incómodos.

En fin, nunca olvides el sabio consejo de Teresa de Calcuta:

"Nunca confíes en citas o autoridades sacadas de contexto en internet".