“ [...] En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los quehaceres humanos, y, de pronto, me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones es y no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o no debe. Este cambio es imperceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esta precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre esto subvertiría todos los sistema corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud, ni está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón.” (Hume, “Tratado de la naturaleza humana, tomo III: De la Moral”, 1739).
David Hume (1711 – 1776), en su estilo directo, nos presenta en el famoso anterior párrafo de su “Tratado la Naturaleza Humana” el famoso problema del “Ser y Deber Ser”, que significaría toda una revolución para el pensamiento moral dominante hasta mediados del S. XVIII. Y es que el ilustrado escocés no sólo es uno de los filósofos más destacados dada la repercusión de su pensamiento y propuesta empirista, sino que en especial fue uno de los críticos más puntiagudos con las pretensiones de tradición filosófica que se establecían como ciertas y dominantes en su época. Pretensiones que, como veremos, aún son en muchos casos vigentes. Su reductivismo en los planteamientos, su extremismo y contundencia en sus postulados, esa cierta “alma provocativa” y tendencia hacia lo cómico que desprende su obra han servido como arma perfecta para lo que sería uno de los objetivos del autor: presentar una visión renovada de cuestiones permanentes. El distanciamiento de preceptos religiosas (sepan que Hume fue condenado como ateo por lo que se le prohibió cursar cátedra en la universidad de Edimburgo), el entusiasmo en el desarrollo de la ciencia (su insistencia en recalcar que los hechos deben ser observables) a la vez que una dura crítica a esta misma ciencia desde el extremismo empírico (su negación de la “causa - efecto”), y la advertencia sobre la imposibilidad de liberarnos de nuestros errores lógicos marcarían gran parte de su obra.
Dentro de este trabajo crítico destacará su ataque frontal a un modo de razonar típico de los filósofos morales hasta ese momento: el de deducir normas a partir de juicios de hecho, es decir, el de determinar la moral en razón a la descripción de la realidad. Esta advertencia es conocida como “La Guillotina de Hume” o “El Problema del Ser y el Deber Ser”. Como descripción estricta, Hume nos muestra la imposibilidad de crear enunciados normativos a partir de enunciados descriptivos sobre cuestiones de hecho sin caer en el error lógico presentado. Veamos un ejemplo:
Enunciado descriptivo: Siempre hubo violencia
Enunciado normativo: debe haber violencia
Desde el punto de vista lógico no existe ningún puente que una la "realidad del ser" con "la obligación del deber ser", ambas son independientes e irreductibles. De la realidad que nos muestra que "siempre hubo violencia" no podemos inferir que "deba haber violencia", no existe justificación alguna para esto. Para Hume los objetos morales no pueden ser aprehendidos por métodos deductivos (de relación o de simultaneidad): ni aparecen como relaciones de ideas, ni aparecen como impresiones de la realidad a través de nuestros sentidos. Veamos por ejemplo el objeto moral del vicio. Este no se encuentra en ningún lugar hasta que uno reflexiona internamente y encuentra ese sentimiento de desaprobación llamado vicio. Los juicios morales serían así enunciados sobre la mente del que habla:
"Los "juicios morales" que formulo se refieren a mí, y cuando alguien dice "X es vicioso" esta diciendo que tienen un cierto sentimiento hacia X" (Barry Stroud, "Hume", 1977).
Esta vuelta del revés de la concepción moral será de suma importancia en la historia de la filosofía moral: cuando indicamos que “ese acto fue vicioso, cometido por una persona perversa”parece que indicamos algo sobre una acción y sobre un agente, y no algo sobre nuestras emociones, que es según Hume lo que ocurre. Los atributos morales (vicio, virtud, bueno, malo, etc...) no serían más que enunciados de nuestros sentimientos, que no deben ser confundidos con deducciones del entendimiento al observar la realidad externa. Vemos así como para Hume de la ontología objetiva (estudio de la realidad del ser) no podemos derivar la deontología (determinación de como debe ser la conducta humana). La moral sólo podría nacer así de las emociones y sentimientos internos:
“Este razonamiento no sólo prueba que la moralidad no consiste en relaciones, que son objeto de la ciencia; sino que si se examina probará con igual certeza que no consiste en algún asunto de hechos que pueda ser descubierto por el entendimiento” (Hume, Tratado de la naturaleza humana, tomo III: De la Moral, 1739)
"Ser y Deber Ser": previsión a futuro y leyes naturales.
Para Hume tampoco debemos confundir la capacidad de previsión con "el deber ser". Dadas ciertas condiciones, "de lo qué es" y "de lo que fue", de la realidad inmediata y de nuestro conocimiento del pasado, podemos atrevernos a concluir "lo que será" (aunque como veremos más abajo, Hume rechazará la “causa - efecto”). Vemos así como las previsiones a futuro solo se mueven en el plano del ser. Una previsión a futuro no puede tener en cuenta "lo que debió ser" y "lo que debe ser" para indicar "lo que será", ya que esto último pertenece "al ser" y no al "deber". Por ejemplo: podemos verificar como durante toda la historia existieron asesinatos, por lo que esto nos lleva a pensar, coherentemente, que un futuro seguirán existiendo asesinatos, al menos mientras no cambien las condiciones sociales y factores humanos. Pero de esta previsión no debemos concluir que, al menos algunas personas, "deban ser" asesinos (siempre entendiendo este “deban ser” como posibilidad de justificar moralmente el asesinato).
Y de igual manera para Hume no debemos confundir las "normas de conducta" con las "leyes naturales". Al fin y al cabo, una "ley natural" es un conjunto seleccionado de proposiciones descriptivas, logrado gracias al lento desarrollo de las ciencias. Y como ya vimos más arriba, de las proposiciones descriptivas no existe capacidad lógica de concluir proposiciones normativas. Las leyes de la naturaleza no anuncian el ser profundo de los fenómenos, sino que describen sintéticamente las relación de secuencia o simultaneidad que se dan en estos. Muchas de las leyes naturales están asentadas a partir de la "causalidad", la cual afirma que a un determinado fenómeno (causa) suceda otro fenómeno (efecto): si se da "A" se dará "B", ejemplos: "si se aplica calor al hierro este se dilatará", o “para toda acción corresponde una reacción igual y opuesta”. La ciencia se soporta sobra la causalidad como un postulado de la razón que exige encontrar conexiones de "causa - efecto" para explicar la realidad. Hume, como empirista radical no aceptará la relación de "causa - efecto": para el escocés, que en todas las observaciones sobre un mismo fenómeno se haya podido observar un mismo efecto no significa que en el futuro deba de ser así (ya dijimos más arriba que Hume tenía la capacidad de llevarnos a un inspirador extremismo y a cómicas situaciones). Y aunque hoy nos resulte alejado aceptar tal empirismo radical, aunque aceptemos la existencia de relaciones eternas de "causa - efecto", no existiría ningún puente lógico para determinar normas morales a partir de estas relaciones eternas. El objeto de actuación de la moral, cuando estas se transforman en ley, son los seres que tengan libertad para obedecerlas o infringirlas, pues sólo donde pueda existir esta posibilidad tendrá sentido legislar. Es absurdo legislar allá donde los seres tengan una conducta imposible de ser alterada. Por eso las normas se deberían dirigir exclusivamente a la conducta consciente y libre de las personas: igual que no tiene sentido legislar el sistema circulatorio de la sangre en nuestro cuerpo, no tiene sentido legislar el comportamiento de los animales.
Principales críticas y contracríticas al problema del “Ser y Deber Ser” de Hume.
Como no podía ser de otra manera, un planteamiento de tal calado fue objeto de innumerables críticas, tanto en su publicación como posteriormente. Y es que en el fondo plantea algunas de los dilemas morales más profundos: ¿dónde se encuentra la moral?, ¿por qué y cómo se llega hasta ella?, ¿por qué aceptamos o rechazamos ciertas acciones morales que percibimos, y por qué tomamos ciertas actitudes hacia ellas?, A continuación se presentan, de modo muy breve pues la bibliografía crítica a este respecto es enorme, las principales críticas al planteamiento del filósofo.
- Amoralidad, positivismo y relativismo: El pensamiento de Hume en muchas ocasiones ha sido tachado o bien de amoral, o bien de relativista. Primero advertiremos que cualquier lectura del pensamiento moral de Hume rápido nos muestra que la amoralidad no existe en su propuesta: Hume nunca dijo que no existiera la moral ni que no debiéramos hacer caso a nuestra moral. Como apuntábamos más arriba, para Hume la moral nace del emotivismo, de aquellos sentimientos que surgen de lo más profundo del individuo. Esto es acorde a la propuesta empirista de Hume, que defiende que el conocimiento solo puede venir o bien a través de la experiencia sensible o bien a través de las relaciones deductivas de ideas: si en la realidad que nos muestran nuestros sentidos no podemos encontrar la justificación moral, y si la moral tampoco puede encontrarse en las relaciones de causa o simultaneidad, esta sólo puede venir de los sentimientos. La moral nacería así de las emociones. Y esto último, el justificar la moral en las emociones es los que nos lleva a tratar el relativismo de Hume. Dado que las emociones pueden ser diferentes para cada individuo, incluso tras la observación de un mismo fenómeno, Hume estaría aceptando que la moral podrá ser diferente para cada persona, esto es, que será relativa dependiendo del sujeto. La crítica aquí sería la siguiente: aceptar un relativismo en la moral abriría la puerta a negar la posibilidad de cualquier ordenamiento moral, ya que la verdad o falsedad de las afirmaciones morales no serían objetivas ni universales, sino relativas al sujeto, por lo que de aquí se derivaría una imposibilidad en el diálogo y acuerdos sobre cuestiones morales. A este respecto, creo importante rescatar el siguiente párrafo de “La investigación Sobre el Entendimiento Humano”:
“El único objeto del razonamiento es descubrir las circunstancias de ambos lados [lo que es valioso y lo que es condenable], que son comunes a estas cualidades; observar las particularidades estimables en un lado, y las condenables en la otra; y por tanto alcanzar los fundamentos de la ética, y encontrar esos principios universales de los cuales toda la censura o aprobación es ultimadamente derivada. Como esta es una cuestión de hechos, no de ciencias abstractas, únicamente podemos esperar tener éxito siguiendo el método experimental, deduciendo máximas generales de la comparación de instancias particulares” (Hume, Investigación Sobre el Entendimiento Humano, 1748)
Para Hume no existe impedimento en que a partir de las emociones sea posible derivar aserciones éticas tipo “principios universales”. Lo que cuestiona es el método de los filósofos hasta ese momento, el de establecer primero un “principio general abstracto (una norma moral)” del cual se obtienen luego las derivaciones morales (bueno, malo, etc...), en vez de favorecer un método inductivo para llegar a esos principios. La conducta moral no puede derivar ni de hechos ni de ideas puras; sin embargo esto no significa que los sentimientos no puedan ser inductivamente abreviados para dar origen a algún tipo de principios éticos. Que los sentimientos no nazcan de las ideas no significa que estos no puedan ser expresados en ideas, ni que estas ideas, una vez conocidas, no puedan pensarse de forma lógica. El matiz es sutil, pero de importancia. El escocés, dentro de esta posibilidad de categorizar las emociones, propondrá a “la simpatía”, véase la capacidad de compartir las emociones con otros, como el principio moral que otorga universalidad al sentimiento moral. Hume propone así que más allá de un relativismo donde cada individuo operaría moralmente aislado a los demás, en realidad estaríamos abiertos compartir y comprender los sentimientos de los demás. Todos compartiríamos unas mismas emociones básicas que suelen producir unas mismas reacciones morales, a la vez que las emociones son y pueden ser “educadas” a lo largo de la vida del individuo para obtener unos mismas juicios morales a mismas acciones. En cualquier caso, y en opinión del autor de este artículo, Hume no desarrollaría suficientemente esta propuesta, por lo que la sombra de la posibilidad de un relativismo moral a partir de los postulados de Hume es amplia.
- Tesis de la incomunicabilidad absoluta: Pretende encontrar en la tesis de Hume la siguiente contradicción: si del “ser” no puede derivarse el “deber ser”, existiría una contradicción al afirmar que “del ser de los sentimientos” se podrá derivar la moral. Esta crítica englobaría dentro del “ser” o “realidad” indicadas por Hume a las emociones. La cuestión aquí a resolver sería la siguiente: si cuando Hume habla del “ser” o de la “realidad” incluye aquí a las emociones y sentimientos internos, o si más bien sólo estaría hablándonos de fenómenos ontológicos externos. En opinión del autor de este artículo, parece difícil conceder que para Hume las emociones internas formaran parte del “ser" del que habla Hume, en especial teniendo en cuenta el resto de su obra. El “ser” para Hume sólo trataría los fenómenos ontológicos propios a la realidad externa.
- Searle y la crítica desde la filosofía analítica: Varios han sido los intentos de criticar el problema lógico del “Ser y Deber Ser” desde la propia filosofía analítica (estudio conceptual del lenguaje por medio de lógica formal). Probablemente el más conocido sea el emitido por John R. Searle en 1964, publicado en su artículo “Como Derivar el Deber Ser del Ser”. El razonamiento es el siguiente: el hecho de hacer una promesa crea la obligación moral de cumplir lo prometido. Por lo tanto y por ejemplo para las siguientes proposiciones descriptivas y normativas no existiría contradicción lógica:
Enunciado descriptivo: Juan prometió a su amigo ser honesto.
Enunciado normativo: Juan debe ser honesto con su amigo.
Searle afirma así que la propuesta de Hume adolece de un error de base: que existen unos enunciados descriptivos que encierran en si mismos enunciados normativos, estos serían los “actos del habla” relacionados con las promesas, juramentos, contratos, etc. Una promesa implica lógicamente asumir una obligación, por lo que tautológicamente (formula lógica bien formada que resulta verdadera en cualquier situación) se está en esa obligación. La frase “Juan prometió a su amigo ser honesto” lleva a que Juan asuma la obligación de su promesa, la de ser honesto a su amigo, de manera que se evidencia que ese enunciado descriptivo contiene en sí misma el enunciado “Juan es honesto”. Esto nos lleva a la posibilidad de encontrar el juicio moral en el “ser”, en la realidad, ya que existirá la posibilidad de evaluar las acciones de Juan y comprobar si este cumple con su promesa, y por tanto comprobar en esas mismas acciones si “Juan es honesto”.
Esta crítica abriría una nueva vía al contractualismo, corriente moral que admite y propone que las normas pueden ser dictadas después de un contrato social (ver Crítica al liberalismo político de "Teoría de la Justicia" de Rawls" class="content-link" style="color: rgb(14, 170, 116)" data-toggle="popover" data-popover-type="link" data-popover-url="/tooltip/link/critica-liberalismo-politico-teoria-justicia-rawls">Crítica al liberalismo político de "Teoría de la Justicia" de Rawls breve descripción de la propuesta de contrato social propia de Rawl), un acuerdo entre individuos sociales. La cuestión aquí sería determinar hasta que punto las palabras y el lenguaje forman relaciones institucionales, esto es, hasta que punto el habla recoge la normativa moral de la sociedad. Aceptar que una promesa obliga moralmente al individuo a su realización es diferente a decir que el hecho de prometer haga que esa misma promesa se cumpla. De hecho decir esto último sería falso, ya que todos los días vemos en nuestra sociedad ejemplos de promesas que no se cumplen, por lo que se podría afirmar que un enunciado descriptivo que presente una promesa no tiene porqué resultar en un enunciado normativo, ya que la realidad nos muestra que el significado de esa palabra, “promesa”, no tiene una relación directa con la realidad.
Una vez presentado, muy sintéticamente, la propuesta de Hume y sus críticas (ánimo al lector interesado a profundizar en esta cuestión) pasaremos a presentar algunos aportes personales del autor de este artículo.
Notas del autor del artículo. Hume tiene para todos.
"- ¿Y usted no cree que la moral, si es tal, se impone también sin nosotros? – No, no y no. Se impone tanta moral en la medida en que nosotros la impongamos. La victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan» (Bertolt Brocht, "Vida de Galileo", 1939).
- “Ser y Deber Ser”, historia y ciencia: La historia pretende decirnos cómo fue lo ocurrido, la ciencia pretende describirnos las relaciones de los fenómenos, pero ninguna de estas dos tiene capacidad para decirnos si "debió ser así o no" y "si debe ser así o no", ambas se mueven en planos distintos a la moral, ambas son descriptivas y no normativas. Las leyes jurídicas o científicas siempre corren el riesgo de ser epifenómenos de su época, es la historia la que se expresa a través del derecho o de la ciencia, y no al revés. La historia y la ciencia nos dice lo que en cada época conviene legislarse o tomarse por verdadero: las leyes de hoy pueden ser muy diferentes a las de ayer y a las de mañana (miren como hemos pasado, por ejemplo, de un mundo dónde existió el "derecho de pernocta" a otro que no lo permite), y de igual manera las teorías científicas de hoy pueden ser muy diferentes a las de ayer y a las de mañana (ejemplo típico de esto sería el paso del sistema geocéntrico ptolemaico al sistema heliocéntrico copernicano y de este último al que nos mostraron Newton y Kepler). La historia y la ciencia no son quiénes para juzgar sobre la moral, por mucho que creamos saber cómo fueron y son las cosas, la moral no nacerá del conocimiento de la realidad, sino que estará en otro lugar. Buscar en la historia o en la ciencia las bases para crear las normas morales resulta en algo tremendamente peligroso: esta incapacidad de determinar la moral en función de un pasado y de un presente resulta hoy en día en una necesaria advertencia para aquellos que pretenden fundamentarla a partir de un "burdo materialismo historicista" (y digo burdo por diferenciarlo del "no burdo") o a partir de un cientifismo ciego. Buena reflexión para los tiempos que corren, donde presenciamos como, de nuevo, se crean leyes a partir de supuestos históricos, culturales o científicos que pretenden legislar de forma diferente en función de alguna de nuestras características innatas.
- “Ser y Deber Ser”: la cuestión numérica: Muy conectado con lo anterior asistimos, también hoy de nuevo, a que se otorgue validez a la cuestión numérica para dictaminar normas morales: esta pretensión persigue encontrar en la repetición de “mismos” sucesos la columna a partir de la que apoyar ciertas normas. A mayor número de sucesos, mayor necesidad de legalizar. No deja de ser curioso, y prueba de la no relación entre la frecuencia de sucesos y su necesidad de legalización, que para diferentes fenómenos con alta tasa de repetición la respuesta legislativa, legalizar o ilegalizar, sea diferente: mientras que en ocasiones de que un acto se repita mucho se extrapola la conclusión de que debe ser legalizado, otras veces la conclusión es su contraria, que sea ilegalizado. Si esto es así, si no existe una relación entre tasa de repetición y determinación de legalización o ilegalización, estaríamos reconociendo que la moral (de la que partirán la posterior legislación) se deberá encontrar en otra parte diferente a la cuestión numérica. Observamos como algunos pretenden justificar la legalidad del aborto o de la prostitución en base a su gran tasa de repetición ("son realidades que se repiten en gran número y seguirán existiendo, y por eso deben ser legalizadas", dicen algunos; “más de x casos de aborto al año en España justifican su legalidad” escuchábamos en boca de una ministra), mientras por el contrario se defiende la ilegalización total de las donaciones de particulares a partidos políticos porque hemos observado que "muchas de estas" esconden infames corruptelas. Vemos como algunos justifican una diferente pena para cada sexo alegando "que la tasa de muerte es mucho mayor en la violencia de hombres hacia mujeres que al revés, y de ahí la necesidad de diferentes penas disuasorias” pero a la vez se esta totalmente en contra de aquellas propuestas que presentan diferentes condenas en función a la etnia, raza, cultura, lugar de nacimiento y la tasa de repetición de ciertos delitos en estas. Olvidamos como la cuestión numérica sirvió para justificar el toque de queda nocturno para la población negra de ciertas ciudades europeas del S. XIX (al fin y al cabo el mayor número de delitos lo cometían los negros) o como una de los anhelos históricos de la más rancia derecha ultraconservadora en USA justifica en la cuestión numérica su propuesta de aumentar las penas por los mismos delitos dependiendo de si eres blanco o “negro / latino” (ya que, al fin y al cabo y con los números en la mano, estos últimos son los que más delitos cometían, los que más delitos cometen y los que más delitos cometerán de no cambiar sus condiciones). Una cosa es valorar las repercusiones que cierta legislación tuvo en relación con los objetivos marcados (por ejemplo, la ilegalización de las drogas no parece haber tenido los efectos deseados) y otra es la simpleza de justificar cambiar la legislación por una alta tasa de repetición (siguiendo con el ejemplo de la droga, la razón para cambiar o no la legislación al respecto no será sólo que muchas personas sigan consumiendo estas sustancias ilegales).
Hume tiene para todos.
Tal vez el lector atento se haya percatado del hecho de que se hayan expuesto algunos ejemplos y comparaciones de la incapacidad de dictar la moral a partir de la realidad especialmente sangrantes para algunas de los postulados más en boga que hoy en día defiende el "progresismo" (o como lo queramos llamar) desde unas supuestas realidades. El autor de este artículo reconoce haberlas seleccionado a propósito: utilizar como ejemplos el aborto, la prostitución, la propuesta de legalización de ciertas drogas o la ley de violencia de género son temas de candente actualidad que seguro han provocado diferentes reacciones entre los lectores, a uno que escribe este artículo le ayuda a bajar de la presentación divulgativa al barro ideológico. Pero permítanme, antes de lanzar cualquier furibundo comentario, explicarles las razones que me llevaron a esto: no se critica estas propuestas, sino ciertas pretensiones de razonamiento lógico que algunos otorgan a estas: el objetivo es resaltar como el progresismo adopta hoy en día bases filosóficas propias del conservadurismo. Y es que el problema "del ser" y del "deber ser" ha resultado históricamente buena receta contra moral conservadora. Como ya apuntábamos al principio del artículo, Hume consigue a través de esta reflexión propinar una herida al corazón de la moral religiosa imperante en su época, a la moral conservadora de su entorno. Pero es que esta herida, por mérito propio, continua sin cicatrizar en el corazón del conservador: hace tambalearse los cimientos de la moral religiosa sea cual sea la época y lugar, pondrá en evidencia ese darwinismo y malthusianismo mal entendido que pretende imponer cierta moral, al utilitarismo y hedonismo más tosco, a la fisiocracia económica, etc... Es receta eficaz para esos cuentos que otorgan a supuestas razas o supuestas pueblos supuestas superioridades, eso que tanto mal causo en el pasado S. XX. Es una perfecta respuesta a esos que apuestan por que la mujer se quede en casa "porque siempre fue así". Recuerden a Hume cuando alguien les intente justificar la pobreza o la desigualdad y miseria en función a supuestas leyes económicas, cuando intenten justificar que los menos preparados para un mundo competitivo deben ser pobres incluso trabajando “porque siempre les fue así”. Recuerden a Hume cuando algunos pretendan legislar diferente en función del lugar de nacimiento, cuando algunos justifiquen guerras “porque siempre existió guerras por los recursos” o porque "siempre avanzamos gracias a las guerras"... Ustedes seguro pueden seguir con otros ejemplos. Y es que al fin y al cabo el conservadurismo busca “conservar lo que es”, y para ello, en el mejor de los casos, se vale de una muy correcta, detallada y rigurosa descripción de la realidad para a partir de esta realizar su “salto de malabarista lógico” y transformar el “ser” en el “debe ser”. Frases tipo “las cosas tienen que seguir funcionando así porque así son” o “el mundo es como es, y así debe seguir siendo” seguro que les suenan, resumen muy bien todo esto.
En unos tiempos en que el propio pensamiento progresista se auto debilita en lo que siempre fue su feudo, la posibilidad de pensar como motor de cambio en una moral diferente y confrontrada a la realidad ahora existente, es importante recordar la advertencia de Hume, más allá del extremismo y relativismo propio a sus propuestas. El miedo a reconocer que en ocasiones nos veremos en la situación de tener que optar a inclinarnos hacia ciertas decisiones que ninguna ciencia, ningún pasado, ninguna realidad y ninguna previsión va a decirnos cuales son correctas, averiguar que la ideología puede nacer de nuestras más profundas e intimas emociones es algo que a lo que algunos parecen temer... siempre fue más fácil soñar con la existencia de algunas divinidades o de algunas realidades eternas que nos absolvieran de ser nosotros los responsables de decidir y actuar.
Hume tiene para todos.
Comentarios
#0 Qué bien leer algo así en Menéame, aunque sea para discrepar por completo con el análisis del autor…
Estoy absolutamente de acuerdo con Hume, y contigo, en que no podemos derivar el deber del ser, por decirlo rápidamente. Pero creo que yerras al extrapolar eso a la memoria histórica y la violencia de género (pues eso es lo que leo entrelíneas que atacas).
En primer lugar, no creo que quienes sean partidarios de las leyes de memoria histórica estén incurriendo en esta falacia. Incurrirían en ella si dijeran algo como “de toda la vida se han fusilado personas en España, por lo que así debe seguir siendo”. Obviamente, ese no es el caso. Si lo que quieres es decir que la historia, como disciplina o ciencia, no tiene que juzgar los hechos ocurridos, pues vale; y aun así habría que ver hasta qué punto eso es posible, considerando lo ineludible que es la interpretación y, posiblemente, los prejuicios. Si lo que quieres es decir es que no podemos extraer normas morales o legales de cómo haya sido la historia, pues sí y no. Podemos usar esos casos para deliberar sobre cómo queremos que sean, o cómo es justo que sean, etc.; y está claro que nos habremos salido con ello del plano descriptivo.
En segundo lugar, no creo que quienes apelan a “la repetición de un suceso”, esto es, entiendo, los partidarios de las leyes de violencia de género, estén incurriendo en esta falacia. Para que se diera la falacia habríamos de pasar de la descripción de la situación a su normatividad. Es decir: “todos los años mueren 50 años” -> “todos los años deben morir 50 mujeres”. Si lo que pretendes es decir que la repetición de un suceso o su no repetición es irrelevante para la legislación, no puedo estar más en desacuerdo. Tal vez no sea el único factor determinante, pero sin duda es de total relevancia.
Dices: “Tal vez el lector atento se haya percatado del hecho de que se hayan expuesto algunos ejemplos y comparaciones de la incapacidad de dictar la moral a partir de la realidad especialmente sangrantes para algunas de los postulados más en boga que hoy en día defiende el "progresismo" (o como lo queramos llamar) desde unas supuestas realidades”.
¿Cuál es el problema? ¿Que las realidades son “supuestas” (¿falsas, tergiversadas?) o que con base en ellas no se puede fundamentar una moral? Si las realidades son “supuestas”, entendidas como falsas, obviamente, no deberíamos tenerlas en consideración en nuestras deliberaciones morales o legales. En cambio, no sólo no veo problema en tener en cuenta la (verdadera) realidad social –e incluso biológica– para establecer nuestras leyes y nuestras obligaciones morales, sino que me parece deseable, por no decir imprescindible.
Si lo que quieres es decir que del hecho de que mueran 50 mujeres asesinadas todos los años, por poner un ejemplo, no se sigue lógicamente que debemos legislar al respecto, pues vale. Tampoco se sigue lógicamente lo contrario: como tú mismo dices, de esa descripción no se sigue norma moral o legal alguna. Ahora bien, esa es una realidad, incontestable. Y el interrogante moral que aparece es: ¿debemos legislar para intentar cambiarla? ¿es moralmente reprobable que esto ocurra? Mis dos respuestas son afirmativas. Y no hay falacia alguna: veo cómo es la realidad y creo que hay que cambiarla. Mi creencia de que hay que cambiarla no se fundamenta en la propia realidad, sino en lo que considero bueno, valioso, justo, etc.; pero viene motivada por una realidad social incontestable a la que considero que ha de hacérsele frente.
PD: He usado varias veces la fórmula "si lo que quieres es decir" en intento honesto de comprender tus posiciones. Así también será más fácil para ti comprender las mías, pues son respuesta a lo que he interpretado.
#1 Gracias por la lectura y comentario.
Lo primero es aclarar, y pedir disculpas si a través del artículo no fui capaz de expresarlo con claridad, que no se esta entrando a criticar las propuestas que se ponen como ejemplo. La intención es reflexionar sobre algunas justificaciones que se presentan para defender la legitimidad de estas propuestas, en especial las basadas en repetición (cuestión numérica) o en una visión moral historicista / cientifista. El artículo se dirige al hecho de la justificación en base al "ser", más que a la propuesta en si (dónde podríamos encontrar otras justificaciones, de hecho las hay). Por supuesto no toda argumentación existente para estas cuestiones se basan sólo en la cuestión numérica o en la cuestión historicista/científica, pero sí creo ser testigo de como asistimos a ver como estos razonamientos, si no erróneos al menos susceptibles de una profunda reflexión, cada vez son más utilizados, ahora también por la parte progresista, y sinceramente no veo, al menos en mi entorno y lo que puedo conocer de fuera de este, que se defiendan tras esa necesaria profunda reflexión.
Lo cierto es que nunca pensé en "la memoria histórica" en concreto, pero en cualquier caso el asunto es válido para hablar: por supuesto todos revisamos el pasado y aplicamos nuestro juicio moral a esos hechos ocurridos. Esto creo que es innegable y necesario para el desarrollo como individuos y como sociedad. La crítica aquí no es a que se juzguen los hechos del pasado, es decir, a aplicar nuestra moral en estos, sino a buscar en los hechos históricos la norma moral. Por alejar el asunto de un tema como la memoria histórica (que dada su cercanía, debate y repercusión en la sociedad actual no sé hasta dónde se puede ya considerar historia) utilizaré un ejemplo más antiguo: No es lo mismo decir "mi moral me dice que fueron deleznables los fusilamientos del dos de mayo", a decir "los fusilamientos del dos de mayo fueron deleznables". La diferencia es sutil pero importante: en el primer ejemplo se "reconoce" que es la moral propia a partir de la que se juzga un acto pasado, en el segundo que es el acto el que se juzga a si mismo. Esto es lo que Hume nos advierte; que la moral no se encuentra en los actos, sino en las personas que juzgan ese acto. Por supuesto esta visión de la moral abre la puerta a un relativismo y los problemas que conlleva.
Ahora hablemos sobre la cuestión numérica: Si aceptáramos que un determinado suceso se debiera legislar sólo en base a una alta tasa de repetición, deberíamos aceptar que la potestad normativa estaría en la tasa de repetición (de nuevo en la realidad) y no en la moral de las personas. Y lo que vemos es que esto parece absurdo: no es la cuestión numérica lo que nos lleva a legislar en un sentido u otro ciertos actos, es de nuevo nuestro juicio moral sobre estos actos lo que nos lleva a querer legislarlos, bien en un sentido u otro, o ni siquiera a legislarlos. Te preguntaré: queremos legislar la violencia machista y sus asesinatos, ¿porqué hay muchos o porque son actos reprobables para nuestra moral?, ¿realmente es importante el Nº de asesinatos para legislar, es más, es necesario un sólo asesinato para legislar, no se podría hacer sin que hubiera ocurrido ninguno?. Esto va dirigido tanto a los que se apoyan en la cuestión numérica para justificar una legislación a propósito, como a los que se apoyan en esto mismo para negarla (como sabrás muchos dicen: el % y Nº de asesinatos por violencia machista no justifica una legislación a propósito). Dicho esto, uno entiende perfectamente, más allá de cuestiones filosóficas, que en la práctica las tasas de repetición nos ayudan a definir "que es urgente" y "que no".
Leyendo tú comentario creo que en el fondo estamos de acuerdo cuando dices: "Mi creencia de que hay que cambiarla no se fundamenta en la propia realidad, sino en lo que considero bueno, valioso, justo, etc.; . Esta creo que es la advertencia de Hume.
#2 Sí, hay una parte en la que estamos de acuerdo, aunque no creo que yo suscribiera completamente la visión emotivista de Hume. Pero sin irnos demasiado del tema, un par de apuntes.
Comprenderás que cuando expresamos un juicio moral nunca decimos "mi moral me dice que esto es malo". Sencillamente no es así como hablamos; seguro que ni siquiera lo haces tú en tu ámbito cotidiano o en otros. Además, aquellos que defiendan posturas objetivistas o realistas de la moral, ni siquiera estarían de acuerdo con que meramente sea "mi moral" (mis sentimientos) lo que me lleva a juzgar algo como negativo.
Estoy de acuerdo en que la historia, como disciplina, tiene que mantenerse alejada de los juicios de valor. Y también creo que hay que esforzarse por distinguir lo que es un hecho, sea natural o social, de su valoración. Lo que no veo claro es que actualmente esté ocurriendo lo que tú denuncias, es decir, esa búsqueda de la norma moral en los hechos históricos. Después del currazo de artículo que te has pegado, echo en falta referencias que apoyen tu denuncia. ¿Quién exactamente está haciendo eso? ¿Puedes apoyarte declaraciones, libros, entrevistas, etc.?
Por otra parte, la cuestión numérica. Creo que en el caso de la violencia de género la cuestión numérica apoya la necesidad de legislación de una manera indirecta. Me explico: las elevadas cifras de violencia hacia la mujer --que pueden ser en forma de asesinato, violación, etc.-- llevan a argumentar que se trata de un fenómeno estructural y, por lo tanto, precisa de una comprensión y una legislación particular. Esa es la clave. ¿Por qué se repiten con tanta frecuencia estos crímenes o delitos? Porque forman parte de concepciones arraigadas culturalmente respecto de los roles de género. Y si sólo murieran cinco mujeres al año y tuviéramos diez violaciones, ¿entonces no habría que legislarlo? Pues claro que sí, pero nuestra comprensión del fenómeno sería diferente y probablemente no consideraríamos que es necesario un tratamiento especial.
#3 Claro, es difícil suscribirse hoy en día completamente a la visión emotivista de Hume. Más que dar una validez única a esta visión (desde luego estoy muy lejos de saber cual de todas las visiones morales es la correcta, empezando porque son tantas que resulta hasta complicado conocerlas), el objetivo del artículo es una introducción divulgativa al pensamiento moral de Hume, y en la parte de "comentarios del autor" alertar de lo complicado que puede resultar aceptar sólo su contrario, la visión objetivista (desde la cual también se podría decir lo mismo de la emotivista, como bien indicas), bien por convicción o bien por desconocimiento. Reconozco que en artículo me escoro “a propósito” hacia el emotivismo, pero en realidad no es más que con el fin de evidenciar la denuncia.
Es cierto: los usos del habla cotidianos pueden permitirse no decir ciertas partes de las frases; no es necesario, más en nuestro idioma que ni siquiera necesita explicitar el sujeto. Pero a su vez esto mismo lleva a que, a base de usos repetidos que omiten "esas partes del discurso", olvidar lo que se omite. Esto es un viejo "problema" del lenguaje: en ocasiones su economía desvirtúa el mensaje, y en otras se aprovecha esa posibilidad de economía para ocultarlo a propósito. Mi experiencia personal (por supuesto limitada) y diferentes conversaciones con otras personas (también algo limitado) me hacen pensar que son muchos los que llegan a ver sin atisbo de duda en la realidad del suceso la normativa moral, y no por defender una posición objetivista, sino por ni siquiera haber llegado a plantearse la cuestión. Y esto creo que es un problema: se defienden argumentaciones no por una convicción tras analizar esta contra al menos sus opuestos, variantes, etc... más evidentes, sino por desconocimiento de estos mismos opuestos y variantes. La diferencia entre tú posicionamiento y el mío supongo que es que tú crees que esto no ha supuesto un error de peso en las argumentaciones, a lo que puedo contestar que lo acepto: existen argumentaciones, desde luego no todas, que tienen en cuenta todo esto para llegar a una conclusión (de la que se podrá estar de acuerdo o no). Pero añado: esto no impide que haya muchas personas que, habiendo aceptado esa justificación, no hayan entendido sus argumentaciones en toda su complejidad, y esto último para mí si es algo a advertir, pues el no conocer los opuestos y variantes imposibilita poder formarnos argumentaciones libremente . ¿Se omite por uso del lenguaje, por desconocimiento o a propósito?, ¿crees que nuestros políticos, que esos terribles programas de Tv. de tertulia política u otros medios de información masiva muestran una sincera voluntad por informar?, ¿no hay gente en este país que toma esos medios como referentes y repiten eso mismo que escucharon?. Hemos escuchado hace ya tiempo a una ministra justificar la legalización del aborto en una breve comparecencia de menos de dos minutos alegando "más de 900.000 abortos al año justifican una ley del aborto", ¿no crees que un asunto tan delicado requeriría por parte de los que finalmente legislarán o no una presentación al público más amplia y correcta? A mí me gustaría que se defendieran cuestiones con las que estoy de acuerdo de una manera más correcta. ¿No crees que no lo hacen porque sino descubrirían la complejidad del asunto a tratar? Creo que es importante denunciar esto, no hablo sólo de desconocimiento, también de ocultación. De ahí el trabajo divulgativo del artículo, de ahí la posterior denuncia y de ahí mi premeditado “escoramiento” hacia el emotivismo... espero explicarme.
Puede ser cierto que falten en el artículo referencias formales que apoyen la denuncia, como decía la opinión es fruto de experiencias personales, por lo que no sé hasta que punto tendría sentido buscar referencias en documentación, no creo que siempre sean necesarias. Cada lector tendrá su propia experiencia y como tú podrá disentir o no. Podemos jugar a los enlaces, pero es algo que me aburre soberanamente.
Lo tengo en casa y aún no le he leído, así que me he tomado tu artículo como un trailer (y me ha gustado).
#7 Recordemos que la Afirmación de Uno, es la Negación de Todos los Demás.
Cuando elijo un plato de comida, rechazo tácitamente todos los demás. Forma y fondo. El mundo se dibuja a través de los Límites, las fronteras entre el Sí y el No.
Es cierto que hay un salto argumentativo entre "es" y "debería ser". No obstante la experiencia nos dice que cuanta mayor desviación de la realidad, mayores y más graves los problemas que aparecen. Alguien que vive en el mundo que desea (Principio de Placer) en vez de en el mundo que es (Principio de Realidad) decimos que es psicótico.
Al fin y al cabo, la opinión subjetiva de lo que "debería ser", no es más ni menos que lo que uno sabe y entiende como lo que "es" (primer filtro), pasado a través de las experiencias personales, otros razonamientos no relacionados, el carácter, y otras características personales (segundo filtro), y del contexto social, el lenguaje y los mecanismos psicosociales(tercer filtro).
#6 El deseo de cambio del mundo, por un lado intenta reducir el sentimiento de desajuste entre "Lo que es" y "Lo que debería ser", y por otro afirma implícitamente el Increíble Orgullo del que piensa que su Idea del Mundo es mejor que la existencia actual de la totalidad del mundo (y que el resto de ideas del mundo que compiten con ella).
El Yo contra el Todo y contra Todos, por su propio bien. El acto supremo de Orgullo, armado con el Sentimiento Moral.
#7 Esto básicamente nos indica que seguimos situados en el contexto de Nietzsche, de la Voluntad de Poder. En un mundo en el que el "qué deberíamos hacer" no está sujeto en algo universal, objetivo, la moral se reduce a mi voluntad (y poder) contra la tuya.
#9 Gracias por la lectura y comentario, y también por el trabajo de enganchar el artículo con Nietzche, abres una puerta bonita e interesante a los comentarios (además que si sacas al "coco" de Nietzsche hay discusión)...
La visión que comentas #6 la denominaré como “contemporánea” (no se si es lo más correcto, pero valdrá para entendernos), y difícil de no aceptar en unos tiempos donde la psicología con pretensiones científicas y la neurología nos ha aportado y nos sigue aportando tanta información sobre como funciona el mecanismo de motivación en los humanos. Como ya adelanto en el propio artículo, hoy en día nos es ya difícil pensar en una visión radicalmente emotivista de la moral. Hume pasa muy por encima de abordar la pregunta ¿de dónde nacen las emociones?, y como bien indicas la teoría contemporánea parece decirnos que las emociones que dictan nuestra moral nacen de una mezcla de nuestro entendimiento de la realidad (del “ser”) con nuestras experiencias, características personales y contexto social. Sólo apuntar dos cosas:
1 - Esta teoría “contemporánea” abre también la puerta a un relativismo moral, ya que si la moral nace de nuestro entendimiento subjetivo de la realidad, de nuestras características personales, experiencia y contexto social estaríamos reconociendo que la moral podrá ser distinta para diferentes individuos. En esta posibilidad de relatividad moral la teoría “contemporánea” coincide con una visión emotivista de la moral.
2 - Si se admite la subjetividad en el entendimiento del “ser”, coloca el propio significado de realidad en una difícil situación. Es cierto que en lo básico de la observación de la realidad la mayoría de diferentes individuos coincidiremos (si tenemos un muro delante de nuestros ojos, la gran mayoría de gente también coincidirá en que delante de nuestros ojos existe un muro), y también es cierto que tratamos como enfermedad (psicótico) a los que demuestran una gran lejanía de esta realidad en la que la mayoría coincidimos (si dónde todos vemos que no hay nada alguien ve un gigante entendemos que se trata de una enfermedad). Pero la cosa parece que se complica cuando vamos escalando hacia la necesidad de sacar conclusiones de fenómenos (es fácil pensar en ejemplos de esto: confrontadas visiones de la “violencia de género”, de los motivos de la crisis, incluso de sucesos periodísticos, etc.), aquí si vemos grandes diferencias en lo que respecta al entendimiento de la realidad.
Así que en conclusión coincido en que esto nos devuelve a Nietzsche y a que el objetivo de la moral no es otro que el de imponer mi moral sobre la del resto. De ahí el final de mi artículo (me permitiré auto citarme):
"El miedo a reconocer que en ocasiones nos veremos en la situación de tener que optar a inclinarnos hacia ciertas decisiones que ninguna ciencia, ningún pasado, ninguna realidad y ninguna previsión va a decirnos cuales son correctas, averiguar que la ideología puede nacer de nuestras más profundas e intimas emociones es algo que a lo que algunos parecen temer... siempre fue más fácil soñar con la existencia de algunas divinidades o de algunas realidades eternas que nos absolvieran de ser nosotros los responsables de decidir y actuar."