Ferragosto en Moncloa. El tiempo transcurre lento. Imparable

Agosto de 2019 en Madrid, calles vacías y zumbido de aires acondicionados. Los síntomas de que el cambio climático ya lo tenemos encima son tan evidentes como que la mayoría de nosotros actuamos como si esto careciera de importancia. La mayor transformación climática de manos del hombre desde el neolítico, la restricción de las formas de vida,  los costes irreversibles, globales, que  van a limitar las vidas de nuestros hijos y nietos, no parecen agitar las aguas políticas de un país estancado políticamente desde hace más de  dos años.

     

El PSOE parece entregado al sopor canicular tras el fracaso de la investidura. O pretende volver apurar los plazos al máximo para jugar, otra vez, al chicken game con Iglesias. Es como si no importara el transcurso de las semanas, de los meses.

 Como si el tiempo de este país, de este planeta, fuera un recurso ilimitado que nuestros políticos pueden dilapidar a su albedrio. Como si no hubiera miles de familias todavía en situación precaria, con alquileres imposibles, con condiciones laborales injustas. Como  si la tormenta de una nueva crisis económica no se estuviera alimentando fuera de nuestras fronteras, como si cada mes que se  termina sin reconstruir nuestra industria, nuestra educación, sin proteger nuestra sanidad pública fuera un mes recuperable a discreción. Como si el tiempo ante el cambio climático no corriera en nuestra contra, cada día.

Tanto el PSOE como Unidas Podemos no se quieren dar por enterados. El tiempo transcurre y no lo hace sin costes para todos.  Como ya he escrito en varios lugares el comportamiento del PSOE con su supuesto socio de referencia es deleznable, inexplicable si no fuera porque para el viejo PSOE, los partidos de la derecha son adversarios, pero Podemos es su verdadero enemigo . Enemigo que quiere ver destruido o convertido en irrelevante. Lo sabemos, es injusto, lamentable, ya lo sabemos.

Pero el país necesita un gobierno activo y progresista, ya. La batalla del relato no ha sido ganada por el PSOE, Podemos puede estar tranquilo, digamos que Iván Redondo no ha pasado de conseguir tablas. Pero si UP fuerza nuevas elecciones  el relato se reescribirá, una reescritura que será inmisericorde, la partida será nueva, y el PSOE parte siempre con piezas de más. La apuesta es arriesgada y lo que está en juego no es sólo el futuro de Unidas Podemos, o de la izquierda, está en juego el futuro del país.

El PSOE ha sido claro, ya no va a ofrecer ni siquiera el simulacro humillante de  las tres secretarias de Estado convertidas en  ministerios del pasado julio, no perdamos más tiempo , ni más ilusiones. Unidas Podemos puede, ya, aceptar un acuerdo legislativo con un programa concreto, hacer al Guapo presidente y luego,  desde una posición crítica hacer su propio juego. En una legislatura sin mayoría, Sánchez tendrá que arriesgarse a incumplir lo pactado, o a pactar con Ciudadanos, y eso tendrá un coste importante. Con la crisis global que amenaza un gobierno del  PSOE en permanente tensión parlamentaria puede pisar encontrarse con minas aún escondidas. Precisará más ayuda de la que cree.

¿Qué sentido tiene seguir estas semanas, hasta finales de septiembre en un juego ya jugado en julio? ¿ Por qué iba el PSOE a ceder en septiembre lo ya no quiso dar?

Unidas Podemos puede mostrar a la opinión pública, de nuevo,  que es más generosa, menos tacticista, que prefiere medidas sociales moderadas, sí, limitadas, cierto, pero reales, al enorme riesgo  de unas nuevas elecciones. Que está dispuesta a  pagar ese precio. Que es mejor, menos rastrera,  que el PSOE. No nos queda tiempo ni paciencia  para más partidas de ajedrez.